jueves, 10 de septiembre de 2015

Un elefante en el tranvía



Hace poco leí en una revista un artículo sobre una actriz española que pretendía ser la voz de quienes no pueden hablar por sí mismos: los perros. Y, al parecer el suyo debe decirle que quiere viajar en tranvía. ¡Que guay entender tan bien a tu mascota! La mía debe ser más simplona porque cuando dice “guau” es para pedir comida, la pelota o para llamar la atención de sus congéneres.
Vamos a ver, a mi me encantaría que Fibi viniera conmigo a todas partes. Entre otras cosas, las visitas al veterinario me saldrían casi 20 euros más baratas, que es lo que pago por los dos taxis que tengo que coger para ir hasta allí, pero entiendo que si todo el mundo pretendiera llevar a sus mascotas en el tranvía, no habría sitio para las personas (ya casi no lo hay), además de los jaleos que se organizarían si subiera más de uno a un mismo vagón, o de los problemas que se pudiera causar a la gente que es alérgica.
En Zaragoza ha salido una nueva ordenanza municipal por la que se permite que los perros viajen en el tranvía y en autobús, aunque con ciertas limitaciones, a saber: 
“En los buses, los perros de menos de 10 kilos podrán entrar colocados en un trasportín, mientras que en el tranvía los animales más grandes, atados y con bozal, subirán al último vagón. Solo se permitirá un can por tranvía para evitar peleas entre los animales”. Vale, genial. Mi perra no podría subir al bus, porque pesa 18 kilos (¡nos discriminan por gordas!) y en el tram habría tortas para coger la plaza. Si hay más de dos personas con chucho esperando en la parada ¿Quién decide cual de ellos ocupa el sitio? Creo que el Ayuntamiento de Zaragoza se ha metido en un buen berenjenal, que Dios les coja confesados. 
Siguiendo con lo que leí en el artículo, la actriz afirma que “ellos”, refiriéndose a los canes, también tienen sus derechos. Bien, bien… entonces, por esa regla de tres, cualquier persona se vería licitada a llevar a su mascota consigo en el tranvía, independientemente del animal de que se trate. ¿O sólo tienen derecho los perros? ¡¡¡Eso es discriminación racista, o chauvinismo, o xenofobia… o todo a la vez!!! ¿Por qué a los perros se les TIENE que permitir viajar en tranvía y no puede hacerlo, por ejemplo, mi cerdo vietnamita, o mi gato, o mi tití… o ya puestos un elefante?
Estoy de acuerdo con la afirmación de que el perro es compañero del hombre desde tiempos inmemoriales (en un estudio publicado en la revista «Current Biology» se afirma que la relación entre humanos y perros comenzó hace unos 30.000 años, y no hace 16.000 años, como se pensaba hasta ahora) pero ¿acaso tiene que ser forzosamente así para todo el  mundo? ¿No podría querer del mismo modo y considerar “compañero inseparable” a un gato, a una cobaya… o a mi elefante?


                  
            En fin, yo creo que se trata de defender lo indefendible y por eso me permito dar, a pesar de que no me lo ha pedido, un consejo a la actriz en cuestión: la próxima vez que tu perro te “diga algo” escúchale bien. Seguro que en vez de “quiero ir en tram” lo que te dice es “¡mueve el culo y dame un buen paseo, que necesito ejercicio!”.


Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.

2 comentarios:

  1. Es curioso, porque cuándo leí el artículo en el periódico opiné exactamente lo mismo.¿Qué pasa si alguien tiene una reacción asmatica?¿O si alguien tiene fobia a los perros? Sería una gozada para casi todos poder compartir el transporte público con nuestros peludos pero hay que pensar en las consecuencias...
    Por cierto, Felicidades por tu blog, ¡me río mucho!

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    1. Gracias... pues ya sabes, si te gusta, comparte. Y si no... ¡¡¡también!!!

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