lunes, 30 de noviembre de 2015

Según quien lo cuenta...


            Cada mañana, antes de salir rumbo a la escuela, Paula dejaba en el balcón de su casa un plato grande repleto de migas de pan para los gorriones. En cuanto los oía piar salía para ponerles su comida. Estaba muy orgullosa de los progresos que estaba realizando con ellos. Al principio, se marchaban en cuanto ella se asomaba, pero ahora podía permanecer en un rincón de la terraza y  las aves no se sentían intimidadas ante su presencia. Estaba convencida de que los estaba domesticando y que acabarían por comer de su mano.
            Un día escuchó un gran barullo que provenía del árbol donde los gorriones tenían su nido. Trató de ver qué sucedía pero no lo consiguió y al final se marchó a hacer los deberes, preocupada, pensando que quizá un gato había trepado hasta una de las ramas… pero no podía estar más equivocada. En realidad, los pájaros celebraban una fiesta: por fin, después de mucho tiempo, habían conseguido amaestrar a un ser humano. Sólo tenían que silbar para que ella saliera a ponerles la comida… ¡y eso había que festejarlo!
 
 

Imagen de la red. Procederé a eliminarla del blog si el autor lo solicita

domingo, 29 de noviembre de 2015

Otoño… ¿Otoño? ¿¿¿Dónde???

Aunque a contraluz, son una garceta y un Martín pescador, una extraña pareja

Ayer mi cámara paseó un montón, no hizo mucho más, al menos durante los dos primeros paseos. Se me escaparon todos y cada uno de los pájaros que encontré por mi camino, Fibi espantó al único gatito con el que nos tropezamos y para dos bichos que se están quietos estaban a contraluz. Fue frustrante.
También salí por la tarde, al centro. Craso error. No caí que continuaba la fiebre del Black Friday y estaba todo hasta los topes. Había cola para entrar en el centro con el coche, los aparcamientos estaban saturados y mi hermana encontró una plaza libre de casualidad. Pero la excursión fue un chasco, porque no habían puesto aún las luces de navidad, ni el belén, ni nada. Así que la cámara volvió a casa con la memoria vacía.
Eso sí, en el tercer paseito de la mañana, por el parque de los perros, me resarcí. Esta es una pequeña muestra de las fotos que hice, espero que os gusten. Fue un día caluroso, más propio de septiembre que de finales de noviembre. No se, pero no veo el otoño por ningún lado.
       Y, aprovechando que sigue brillando el sol y el otoño brilla por su ausencia, me voy de paseo. ¡¡Deseadme suerte!!


 La tortuga aprovechó el día para ir a tomar el sol, cogió su toalla de hoja y se estiró toda para ponerse morenita por todos lados


 La patita madre sonreía a sus pollitos. Parece que se ríe, ¿a que si?

 ¡¡¡Qué deprisa crecen!!! Los vi hace menos de dos semanas y en ese tiempo ya se han puesto enormes. Son preciosos, daban ganas de meterse en el agua y  darles un achuchón.

 
 El parque está lleno de árboles y arbustos extraños (al menos para mí). Mirad qué preciosas las bayas amarillas y qué curiosas las rojas de este árbol. Parecen cuentas de collar.


 
 Y un nuevo pajarito para mi colección, una abubilla. Me dejó acercarme muchísimo (qué maja) y tengo fotos estupendas. Esta es la que más me gusta.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Experimento lingüístico 1

             De vez en cuando, para ver qué más puedo sacar de mi cabecita loca, me da por experimentar con las palabras. No pretendo descubrir nada nuevo, no creáis, la mayoría de las veces son ejercicios poéticos que ya han hecho otros antes que yo (como los caligramas, por poner un ejemplo) y, seguramente, con mucho más acierto.
               Este es uno de mis Experimentos, a ver si os gusta.

Experimento lingüístico 1

Ana masca y masca la calabaza. Aparta la raja, la machaca y la amasa. 

– Mamá, calabaza mala – clama, la cara alzada y la bata blanca, manchada.
– Anda, acaba ya y a la cama – la mamá  aclara.
 

Más Ana aparta la faz, jamás traga. ¡Caramba, vaya chavala!
Nada más acabar va a la cámara, a la cama. Agazapada, Ana jala la sabana, agarra la manta más… ¿calla? ¡Jamás! 

– Mamá, la nana – clama Ana.
– Ya va, ya va… ¡vaya brasa!
 
Agachada, Mamá canta y canta. Al acabar la cantata, alza la cara.

– Hala, Ana. Apaga la lámpara. Hasta mañana 

Ana, atarantada, jamás para. Habla y habla, canta, charla, lanza carcajadas, alza la sábana… Mamá, ya cansada, aclara:

– Basta ya, Ana. Hartas a mamá.  

        Ana azarada baja la faz. Callada ya, trama plan para mañana.

–¡¡¡Ya sabrás, mamá, ya sabrás!!!

Imágenes tomadas de la red. Si el autor lo solicita, procederé a eliminarlas de mi blog

 

viernes, 27 de noviembre de 2015

El prisionero de guerra


Nunca fui una niña traviesa, y menos aún en el colegio porque había algunas monjas que me daban auténtico pavor, pero tuve mis momentos y uno de ellos es el que os voy a contar.
            Una mañana, Sor Sacramento nos expulsó de clase a mí y a mis amigas Mati y Edel porque nos sorprendió hablando. Nos dijo que fuésemos a buscar a Sor Carmen y que nos quedásemos con ella hasta terminar el castigo, pero cuando llegamos a la portería, la monjita que era ya muy mayor estaba profundamente dormida en su silla, y nosotras nos tomamos aquello como un mensaje de la providencia: ¡nada de castigos, éramos libres!
            Edel me desafió entonces a coger las llaves que la monja llevaba atadas al cinto de su hábito y yo, que siempre he sido como Marty McFly (el de “Regreso al futuro”, que es incapaz de dejar que le llamen gallina) acepté el reto. Además, se apostó veinticinco pesetas, toda una pasta… no lo pude resistir. Gané, por supuesto, Sor Carmen siguió roncando tranquilamente y nosotras nos fuimos al patio con las llaves, ahora nos quedaba decidir qué hacer con ellas. La respuesta era más que obvia para tres crías inquietas: abrir la puerta del teatro.
            En el colegio corrían rumores, “leyendas urbanas”. Una de ellas decía que en los sótanos las monjas ocultaban a un “prisionero de guerra”, al que llevaban alimentos a diario. Muchas de mis compañeras juraban haber oído voces que salían de los pasillos subterráneos; otras afirmaban que a veces se escuchaban lamentos. Aunque me lo creía todo a pies juntillas, sentía la imperiosa necesidad de investigar y la suerte nos había servido en bandeja la posibilidad de hacerlo.
            Una luz mortecina iluminaba el teatro cuando nos adentramos en él. Pasamos por detrás del escenario y vimos las viejas piezas de utilería y las escalas de cuerda desgastadas por el tiempo; luego descendimos unas escaleras y nos internamos en los pasillos.  Caminábamos despacito, conteniendo el aliento, atentas a cualquier ruido.
            Abrimos varias puertas que conducían a habitaciones en las que las monjas amontonaban sin orden ni concierto los artículos más diversos, desde pupitres desgastados por el uso hasta aros y pelotas que se utilizaban durante las clases de gimnasia. Nada del otro mundo. Ya sólo nos quedaba registrar la habitación que había al fondo del corredor.
            Esta puerta estaba cerrada con llave y no pudimos abrirla. Estábamos forcejeando con la cerradura cuando oímos un sonido que provenía del otro lado. Era como si alguien (o “algo”) se estuviera arrastrando hacia nosotras. Nos quedamos inmóviles un par de segundos y luego comenzamos a gritar mientras corríamos hacia la salida. Cuando la alcanzamos, sudorosas e histéricas, nos dimos de bruces con Sor Carmen, que al parecer tenía el sueño más ligero de lo que intuíamos.
            Nos quedamos castigadas toda la mañana en una de las clases, bajo estricta vigilancia. Recuerdo que estaba sentada junto a la ventana de modo que podía observar el patio. Puede que siguiera asustada o que mi imaginación se desbordara de nuevo, pero puedo jurar que ví a una de las monjas abrir la puerta del teatro. Llevaba en sus manos una bandeja llena de comida.


 
Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Lo prometido es deuda

        

             El martes os hablaba de un "buen despertar" y fuisteis muchos los que quisisteis saber más. Bueno, a mi lo del relato erótico no se me da bien, se me da mejor intentar hacer sonreír (o eso creo). Esto que os dejo a continuación es una curiosa mezcla en la que os explico lo de la otra noche.
El sueño del martes fue genial, fue todo lo que una puede esperar de un sueño (sobre todo de los míos, que suelen ser como películas de Buñuel ambientadas en exteriores diseñados por Picasso y con diálogos de Jardiel Poncela). Este no era enrevesado, qué va, pero estaba lleno de contradicciones. Para empezar, estaba tomando el sol en la playa, tumbada sobre una toalla enorme. ¿Qué es lo raro? Que no me gusta nada tomar el sol. Me agrada que me de mientras paseo, pero estarme quietecita y achicharrarme toda embadurnada de loción solar factor +50 no va conmigo. Además me pone de los nervios estar sin hacer nada, y no me digáis que tomar el sol ya es hacer algo. ¡Necesito alguna actividad más, un pequeño plus que me compense! No me atrae ni leer (el libro acaba pringado sí o sí) ni escuchar música, tampoco me voy a poner a hacer punto de cruz. En cuanto a pensar, bueno, eso ya lo hago a la sombra, gracias.
Y luego la sola idea de que la arena se me peque al cuerpo ayudada de la crema me da auténtica tirria. ¡No me gusta la arena! Soy más rara que un perro verde, ya lo sé, pero es lo que hay y no voy a cambiar a estas alturas del partido.
Otra de las cosas extrañas del sueño es que llevaba bikini. ¡¡¡Yo, bikini, dejad que me ría, con mayúsculas!!! (jajajaja) aunque para ser sincera mi “yo” del sueño se lo podía permitir, no estaba nada mal. ¿¿Queréis más contradicciones??
En fin, que ahí estaba yo (ese “yo” delgado, joven y sin complejos) tumbada sobre la arena y sin sentir grima, en bikini y sin esconderme, aguantando el calor del sol y sin hacer nada. La playa, como en la canción, estaba desierta… o casi. Alguien se acercaba a mí, sonriendo, aunque no le reconocí enseguida porque el sol me deslumbraba. Cuando me alcanzó, se sentó en la arena a mi lado. Entonces pude verle, era el joven que había conocido años atrás en “The Holiday” y que me robó el corazón (sí, él también seguía joven, puestos a soñar…). Me sonreía con dulzura y me miraba con esos maravillosos ojos color cielo. Se agachó hasta que su boca quedó a la altura de mi oído y me susurró: “Sabía que te encontraría aquí, te he estado buscando y ahora que te he encontrado no dejaré que te alejes jamás”.
El simple roce de su aliento mientras pronunciaba esas palabras me hizo estremecer, gozo en estado puro. Me quedé con la boca abierta del pasmo, pero no fue por mucho tiempo, el muchacho se encargó de solucionarlo pues sus labios se encontraron con los míos y se fundieron en un beso perfecto. He conocido pocos besos como este, algunos sí, pero pocos. Estoy hablando de perfección, que quede claro. Fue un beso de esos que son capaces de acelerar los latidos de tu corazón en una milésima de segundo, de hacer que el pulso se descontrole o que el calor del sol se quede en insignificante tibieza. Y sí, sentí que el calor envolvía extendiéndose desde mis labios a el resto de mi cuerpo, el pulso se me descontroló y se me aceleraron tanto, tanto los latidos… que me desperté… eso sí, sonriendo de oreja a oreja.
 
Imágenes de la red, si el autor lo solicita procederé a eliminarlas de mi blog
 
 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Han vuelto mis gorriones


A medida que los obreros que están arreglando la fachada del edificio se van alejando de mi terraza, van regresando mis gorriones. Los he echado mucho de menos durante estos tres meses interminables. En lugar de desayunar acompañada de sus gorjeos, lo hacía con los vozarrones del jefe de obra y sus hombres, y creedme, eso no tienen nada de bucólico.
¡¡Pero han vuelto, por fin!! Y ya me tienen poniéndoles migas de pan en el balcón, y silbando como una posesa (como una posesa que, para más INRI, no sabe silbar). Pero da lo mismo, porque en cuanto me escuchan, se asoman desde sus nidos en la palmera,  o desde el tejado o desde los balcones vecinos, y vienen a regalarme su alegría en forma de trinos y saltitos.
Hace un par de años que los “adopté” (o que ellos me adoptaron a mí). Hoy quiero mostraros un pequeño poema que les escribí, como agradecimiento a la felicidad que me obsequian a diario.


A MIS GORRIONES

Gorriones,
¡Qué lindos!: marrones
y negros; vivaces.
                Locuaces
me miran y pían,
vuelven a piar
y yo me levanto
a darles su pan.

Gorriones,
alados glotones,
nerviosos, voraces.
                Sagaces
se acercan y pían
y vuelvo a picar,
pues dejo mi asiento
para echarles más.

Gorriones,
pequeños tragones,
alegres, vitales,
                geniales.
Me espían y pían,
me alegran el día
con su gorjear…
¡¡¡qué dichosa me hace
oírles cantar!!!

 
Fotografias de Charibr7
 


 


martes, 24 de noviembre de 2015

Crónica de un buen despertar


Hoy me he levantado más pronto que de costumbre. Me he despertado con la garganta llena de carcajadas mudas, me notaba repleta de energía, con ganas de comerme el mundo, de disfrutar de la vida. He estirado los brazos, desperezándome y, después de un bostezo que casi me desencaja la mandíbula, me he espoleado a mí misma: ¡Arriba, Chari, hoy va a ser un buen día! ¿Queréis saber qué he soñado para tener tan buen despertar? ¡Ay, no, no lo cuento que me da corte!
Ayer noche estaba bastante mohína. Aún desconozco el motivo, pero pasé un rato (un largo rato) pensando en ilusiones perdidas. Me fui a dormir con un sabor de boca que ni mi bienamado Listerine pudo borrar. Pero a veces, sólo a veces, el sueño te trae más claridad que la misma mañana; consigue que veas tus problemas o tus miedos con una perspectiva diferente… o te da una dosis extra de alegría, como es el caso. ¿Que qué he soñado? ¡¡No, no lo digo, que me da vergüenza!!
Me he puesto en pie de un salto (bueno, casi de un salto, porque Fibi estaba pegada a mi cama y tengo que andar con cuidado para no pisarla) y he ido directa al baño, a refrescarme la cara. El agua fría me revitaliza siempre, aunque hoy hubiera podido lavarme con agua calentita, porque no podía estar más espabilada, más viva o de mejor humor.
Caminaba muy erguida, sonriendo. Escuchaba el rítmico taconeo de mis zapatillas sobre las baldosas, un repiqueteo alegre, animoso, vivaracho. Sí, me sentía ágil. No quedaba en mí ni rastro del cansancio o la tristeza de la noche anterior. ¿¿Será por lo que he soñado??
Me he preparado el desayuno y no lo he dejado enfriar. Siempre pienso que, si me alimento bien, también mis alegrías se nutrirán y acabarán por engordar (y se convertirán en “alegrones”) o les dará por reproducirse y multiplicarse, convirtiéndose así en una camada de carcajadas. Después me he preparado para mi paseo matutino. Antes de salir, he abierto las ventanas para que se ventile la casa, para que la luz lo inunde todo de calor, color y brillo, y he deshecho la cama. Por un instante he sentido la tentación de volver a meterme en ella, cobijarme entre las mantas y continuar soñando, aunque he resistido estoicamente porque Fibi me imploraba con esos ojazos suyos que la sacara a hacer sus necesidades.
¿Por qué tanto interés en volver al sueño? Os preguntaréis. No, no os lo puedo contar pero os daré una pista: es en él aparecía Jude Law… y eso me pone de muy, muy buen humor.
 
Fotografía tomada de la red (ya quisiera yo que fuera mía) Si el autor lo solicita (hazlo, porfi, porfi) procederé de inmediato (aunque con mucha penita) a retirarla del blog (que no de mis sueños).
 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Una dosis extra de ternura


Llevo casi tres meses con el blog, y estoy feliz. Me siento bien escribiendo y compartiendo mi trabajo. Y cuando éste es apreciado con esos comentarios tan bonitos que recibo… qué queréis, me emociono. Me emociono por la simple razón de que me siento querida, cada entrada que cuelgo está tratada con mimo, casi con reverencia, y dejo en ellas –en todas, escriba lo que escriba- una parte de mi alma. Y si mis post gustan, es que yo también lo hago y eso me conmueve.
Veo los iconos que os representan y se me alegra el corazón. Os considero ya parte de mi vida, una parte  tremendamente gratificante. Pero a algunos, os reservo una dosis extra de ternura, un cariño especial.
Os conocí nada más llegar a este mundo virtual  y me “enamoré” de vosotros, de lo que escribís, de vuestros Cyber-hogares. A otros, acabo de conoceros y ya os he entregado mi corazón.  En vuestros blogs me siento cómoda, relajada, a gusto: unos me divierten y me hacen reír, alejan los malos rollos y despejan las nubes de un día gris; otros, me emocionan, evocan en mí sensaciones que creía olvidadas. Otras bitácoras me hablan de actividades e intereses que, hasta ahora, me eran ajenos… o al contrario, sus entradas tratan de temas tan cercanos a mí que es como si las hubiera escrito yo misma.
A todos, gracias porque sin vuestros blogs probablemente el mío hubiera dejado de existir; vuestras visitas y comentarios lo mantienen vivo. Y por eso, siempre, os reservaré una dosis extra de ternura y gratitud.


                                               ¡¡¡ESTA ES MI ENTRADA NÚMERO 100!!!
Imágenes tomadas de la red, procederé a eliminarlas del blog si el autor así lo solicita

domingo, 22 de noviembre de 2015

Picaresca


Picaresca

El ratón le dijo al gato:
“no me comas que estoy flaco
 y flaco favor te haría
 sirviéndote de guisado.
Espera a que engorde un poco
¡¡ya verás qué resultado!!
Seré entonces para ti
un suculento bocado”.
El gato lo dejó ir...
y no volvió a verle el rabo.

Fotografía tomada de la red. Procederé a retirarla del blog si el autor de la misma así lo solicita

sábado, 21 de noviembre de 2015

De pata negra

              Mi amiga Maribel siempre estaba con la misma cantinela: ¿por qué no llevas pendientes? Repetía esta pregunta cada vez que me veía sin ellos, lo que solía suceder con demasiada frecuencia, y siempre acompañaba su insidioso examen con un suspiro y una frase sin terminar: ay, con lo bien que te sientan…
A pesar de que solía tener una excusa para darle en cada ocasión, ninguna parecía convencerla lo suficiente. Le daba igual que se me olvidaran, o que me molestasen, o que me diesen calor o que se me hubiese extraviado la rosca o simplemente que no me apeteciese ponérmelos nada más levantarme. Ella seguía preguntando el porqué. “No hay excusas para no llevar pendientes –me decía –además… te sientan tan bien… ¡ay! 
Ya no se me ocurría qué decirle, me hacía sentir fea con la frasecita de marras y, aunque lo sabía, no cesaba de soltarla, machacona. Llegué a pensar que encontraba cierta satisfacción sádica y morbosa en restregármela. La última vez que nos vimos, se repitió el numerito, pero en esta ocasión se me acabó la paciencia.

–Pero chica, ¿por qué no llevas pendientes? Ay, con lo bien que te quedan…
–Verás, Mari, es que no soy como otras. Yo no necesito marchamo para que se vea que soy de pata negra.

¿Sabéis? Hace más de año y medio que no sé nada de Maribel.

Imagen obtenida de la red, procederé a eliminarla del blog si el autor de la misma así lo solicita

viernes, 20 de noviembre de 2015

El batacazo

           A lo mejor os ha pasado alguna vez lo que a mí, me refiero a enamoraros y caer luego en la cuenta de que aquello que os gusta de una persona es precisamente lo que habéis puesto en ella. Veo que no me estoy explicando, así que lo mejor será que os ponga un ejemplo.
Me gustan los tíos misteriosos, que le voy a hacer, es mi cruz. Despiertan mi atención porque, como pequeñas luciérnagas en la noche oscura, destacan del fondo, animando el paisaje. Siempre me han gustado las luciérnagas.
Cuando le descubrí, cuando nos descubrimos, él me pareció un bohemio, una de esas almas torturadas que escriben poemas trágicos, pero sin privarse de tener un lado tierno y hasta una faceta divertida e irónica en ocasiones. Fue precisamente esa conjunción, esa mezcla tan curiosa de elementos tragicómicos, lo que me enamoró (además de sus ojos de cielo en primavera… y que estaba buenísimo, creedme). Era una incógnita viviente, un misterio sin resolver, un enigma disfrazado de caballero andante, un personaje en busca de autor. ¡Había tanto por descubrir!
Fiel a mi estilo, le di nombre, voz e historia, le abrí las puertas de mi mundo de sueños y acabé confundiéndome con los suyos. Y esta confusión se convirtió en caos: me perdía en sus frases inacabadas, sus medias verdades y sus elocuentes silencios. Con el tiempo me di cuenta de que en sus sombras sólo encontraba el espíritu de mi luz; en sus risas, mis propias alegrías y en sus palabras un tibio eco de las mías. Sólo hallaba reflejos, resonancias de mi propia alma. El misterio que creía ver en él sólo estaba en mi mente.
En el momento en que te das cuenta de eso es cuando sobreviene el batacazo. Te estampas, de forma inmisericorde, contra el muro de la realidad y… ¡cómo duele!
Lo malo del ser humano es que suele tropezar dos veces con la misma piedra (o contra el mismo muro). Dejad que os confiese algo: soy muy, pero que muy humana… así que ya estoy preparando el agua oxigenada y las tiritas. ¡Me ponen los chicos misteriosos! (Ay, no tengo remedio).
Imagen tomada de la red, si el autor lo solicita procederé a eliminarla del blog


jueves, 19 de noviembre de 2015

Razones y excusas


Gracias al blog he vuelto a escribir a diario, y me siento de maravilla. Es una emoción deliciosa, cálida, que me envuelve y hace que mis días transcurran raudos, deseando percibir el roce de mis dedos sobre el teclado o el sonido de la pluma al rasgar las hojas de mi cuaderno. Hacía un tiempo que me veía despojada de estas sensaciones y ahora que las he recuperado vuelvo a ser yo misma, siento que he regresado a casa.  
Es muy, muy agradable tener la mente alerta, siempre a la caza de ideas, y  encontrar destellos de inspiración hasta en las cosas más cotidianas; ver milagros, aunque sea de los de bolsillo, en cada objeto, en cada rincón y descubrir (o redescubrir) la belleza que te pasaba inadvertida.
El corazón late de un modo diferente, se acelera más y más a menudo, noto como martillea cuando un poema o una anécdota divertida llega a mí, y no importa la magnitud de esta idea, o si al plasmarla resulta buena, mala o regular: ese tamborileo es precursor de un agradable momento de intimidad entre mi alma y el ordenador o el cuaderno, un instante en el que el resto del mundo me pasa inadvertido y sólo estamos mis ideas y yo, tan entrelazadas que a veces me pregunto si mi realidad es ésta en la que vivo o la que recreo en mis historias.
Lo saboreo  y me divierto tanto que no quiero dejarlo, y hay días que me olvido de cenar o que me levanto de madrugada… o directamente que no me apetece acostarme porque lo único que deseo es dejar que mi alma se funda y se confunda con el teclado.
He de pensar en poner ciertos límites que me permitan conservar mi salud … y mi cordura (comer y dormir, para empezar) pero no podéis imaginar lo que me cuesta. Doblegarme, constreñirme a un horario, respetar ciertas normas autoimpuestas... menudo rollo. Y busco excusas y más excusas. Y como no encuentro ningún motivo racional que exponer me pregunto: ¿Le diría acaso a un niño que dejase de soñar? ¿Exigiría a un pájaro que no volase alto o intentaría que las olas del mar no besen la orilla? No, ¿verdad? Creo que puedo permitirme, entonces, seguir disfrutando.
 
Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.
 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Día de nominaciones


Dando un paseo ayer por vuestros blogs, me he encontrado con una grata sorpresa: he sido nominada por Marisa Domenech para tres reconocimientos de la blogosfera. Muchísimas gracias, Marisa, por pensar en mí.
 Estas tres menciones me hacen muy feliz, y vienen de una persona a la que sigo y cuyo blog me encanta, Nuevo viaje a Ítaca. Os dejo el enlace con la recomendación de que os paséis a echar un vistazo, no os decepcionará.

Premio Parabatais


Un parabatai es un compañero de armas, un hermano, la mitad de tu alma. Los cazadores de sombras eligen un parabatai en su infancia y son compañeros durante toda su vida, están obligados a protegerse y a estar siempre juntos. Ese es el espíritu del premio, el reconocimiento al compañerismo y a la hermandad entre blogueros.

Las normas del premio son las siguientes:
1. Decir quién te lo otorgó y agradecérselo como parabatai que es.
2. Poner la imagen en la entrada.
3. Otorgárselo a 10 blogs que consideres un parabatai.

Mis diez blogs elegidos como parabatai son:

-Eva Figueroa y su blog Nariz de Chocolate
-Carmen pinedo y su blog Carmen Pinedo Herrero
-Flora Rodríguez y Entre altibajos
-Mamen Andalucía con Mariposas que madrugan
-Tintero Creativo y su blog Tintero creativo
-Marigem Saldelapuro y su blog, Pequeños trucos para sobrellevar la crisis
-Soledad Gutiérrez con su Pampiroladas
-Julia C.  y sus Palabras y latidos
-Maria campra pelaez y su blog Escritora mamá

¿Qué os puedo decir? Que os leo a diario, y disfruto de vuestras creaciones. Me traéis risas, emoción y motivación para seguir escribiendo. Por ello, muchas gracias.


PREMIO "BLACK WOLF BLOGGER AWARD"

Las reglas del premio son las siguentes:
1. Escribir sobre lo que sientes y tus motivaciones a la hora de recibir el premio.
2. Poner en tu blog la imagen del premio.
3. Nominar a 15 blogs
4. Seguir al blog que te ha nominado y agradecerle el premio


Mis nominados son:

Jaime f gonzalez con Escritura y fotografía
Haydee Papp y su blog Secretos del alma
Eslora blog y el blog Eslora
Luis mariano Gómez Pascual y Mi mayor enemigo soy yo mismo
Jose carlos garcia y La burbuja literaria de JC
Mila gomez con Encuentros
Rosa berros Canuria y Cuéntame una historia
Chelo Ferrer, con  El blog de Chelo
Marta m y su   Cativo dixital
Ana Molina con Hilvanando palabras
Jose ayllon y su Blog
Javi gazapo y su Pyrineando
Maria paz fer, y A boca de jarro
Sonia Le Lo con Fotoquimera


  PREMIO "RANITA LECTORA"  y PREMIO "AHÍNCO"

                          
Yo ya recibí estos premio, y aunque ya nominé en su momento a mis elegidos, me tomo la pequeña libertad de incluir una persona más, a la que me ha concedido el premio “Ahínco” que es
 
        Ana María Pedraza y su blog Poemario de Ana María , con mi amistad y afecto. Un beso grande, Ana María, y gracias por pensar en mí.
 
A todos, nominados y no nominados, gracias por estar en mi vida. Besos.

No hay quien la entienda

                                   (Para el concurso de Micros de La otra cara de la moneda)

Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.
            Se llama Norberto, como el dragón que sale en Harry Potter. No estoy segura de que sea un chico pero el nombre le pega un montón. Lucas y Adrián la encontraron en una esquina del patio y querían arrancarle la cola para ver si le salía otra enseguida, pero como en el fondo son unos caguetas, no se atrevieron a cogerla. Yo la rescaté y me quedé con ella. Como imaginaba que volverían para intentar atraparla la escondí en la funda de mi flauta y la saqué del cole sin que la seño sospechase ni un poquito.
A mi madre le dan mucho asco las lagartijas, dice que es el único bicho que no soporta ni de lejos. Por eso no se la enseñé ni le dije nada y, mientras ella me preparaba la merienda, metí a Norberto en una caja de zapatos.
Mamá entró en la habitación justo cuando estaba despidiéndome de ella, aunque por suerte ya la había dejado en un lugar seguro. Pensaba que me iba a caer la bronca, pero creo que no debió oírme porque no me riñó. Solamente me miró con la misma cara que pone cuando me duele la garganta. Y esa no es su cara de enfado, porque cuando se cabrea, aprieta tanto los labios que se le ponen blancos, y le salen un  millón de arrugas entre los ojos.
Ayer volvió a suceder algo parecido, y noté que mamá seguía mirándome sin decir nada y empezaba a preocuparse, así que decidí contarle la verdad. Pensaba que en cuanto supiera que había metido una lagartija en casa pegaría un grito, pero lo que hizo fue sonreír y soltar un fuerte suspiro, no entiendo muy bien porqué. Le pregunté si estaba enfadada conmigo por haber colado un bichito en casa sin su permiso y me dijo que sólo un poco, pero que en el fondo se alegraba de que Norberto fuera un amigo de carne y hueso. Y luego se rió. No hay quien entienda a mi madre.

 
 

martes, 17 de noviembre de 2015

Cintas al viento (a mis amores de cuatro patas)


En mi ciudad, en la zona de la playa de San Juan, hay un paseo enorme al que todo el mundo llama “el parque de los perros”, aunque en realidad se trata del “Parque Pau 5”. No sé si ese nombre se debe a que es un terreno donde se permite la entrada de mascotas, o si es porque los dueños los llevan allí y los sueltan para que socialicen y “hagan amigos”… o simplemente porque puedes encontrar en él una pequeña zona de homenaje a estos “compañeros peludos”.
 
Se trata de un árbol frondoso en cuyas ramas la gente ata tiras de tela en recuerdo de aquellas seres “de cuatro patas” que fueron parte importante de su vida y que ya no están con ellos. Hay ya más de doscientas cintas de todos los colores ondeando al viento, cintas que demuestran lo hondo que pueden llegar a calar en nuestros corazones estos animalitos que se convierten “compañeros de viaje”, amigos… familia.
 
A este emotivo lugar le han dado el nombre de “El rinconcito”.

 No tengo ni idea de quién partió la iniciativa, pues cuando inauguraron el parque hace un par de años no existía nada parecido, pero me parece una idea magnífica, y la próxima vez que vaya llevaré una cinta (o más) en recuerdo de los bichitos a los que tanto quise y que ya no están a mi lado.
Como la iniciativa me encantó, quiero repetirla aquí de modo virtual, y os animo a que dejéis vuestra “cinta” en mi blog. Me gustaría que esta entrada sirviera de homenaje a nuestros compañeros desaparecidos.
No sé cómo podría colocar un lazo aquí, pero pongo lo que con el teclado más se le parece, que es el símbolo “&”

& por Mina, mi gatita. Gracias por formar parte de mi vida y por dejar que te cuidara hasta el final; gracias por darme tu calor y tus mimos, por ser “mi niña”.
& por Bibí, mi hámster, a la que adoraba y que fue mi compañera en unos años complicados. Siempre tendrás un lugar en mi corazón, no importa el tiempo que pase.
& por Reina, Toté, Coca, Pepa, Lupita, Bubú, Cucho y Mago, los perros y gatos que hubo en casa desde que era una niña hasta ahora.
& por Terrory y Ágata, las gatitas de mi hermana, que eran dos animalitos maravillosos
& por Áladar María y Cascarón de la cruz, las dos tortuguitas de mis sobrinas
& por Néstor, la curruca y todos los pajaritos que hemos rescatado y querido

Os echo de menos, os ganasteis un lugar en nuestras vidas y en nuestros corazones. A todos vosotros, gracias por devolvernos ese amor multiplicado por infinito.


Fotos de Chari BR7

lunes, 16 de noviembre de 2015

La primera feminista de la historia

Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.

             Mi nombre es Aquilia, y fui gladiatrix en los tiempos de Domiciano. Han transcurrido siglos desde mi nacimiento y, aún así, me sorprende lo poco que cambian algunas cosas. Sigo teniendo que soportar humillaciones incluso ahora, cuando no queda más recuerdo de mí que una mutilada estatua en bronce.
Os empeñáis en pensar que soy un ejemplar más de eso que llamáis erróneamente  “sexo débil”. ¡Hombres! ¿No os dais cuenta? Si dejaseis de mirar mis pechos reconoceríais que lo que os muestro es el gesto de la victoria, la cabeza inclinada en señal de respeto y el brazo en alto,  y que lo que llevo en mi mano es el puñal curvo que tantas batallas me hizo ganar en la arena.
Luché a pecho descubierto en los anfiteatros, a la luz de las antorchas, haciendo sangrar a mis contrincantes hasta hacerles morder el polvo.  En mi último combate, después de arrojar al suelo mi escudo y descubrir mi rostro, el propio César alabó mi fuerza y mi valor. No es un accesorio de belleza lo que alzo en mi diestra, señores míos, sino un símbolo de coraje.
Y aún demostrando nuestra valía como cualquiera de nuestros compañeros del género masculino, se nos seguía sojuzgando. El propio Juvenal nos llamó “impúdicas” a mí y a mis hermanas por luchar semidesnudas y portando un yelmo.  Según él, esto nos convertía en marimachos (perdonen este término tan anacrónico como grosero) que reniegan de su sexo para consagrar su vida a la fuerza bruta. Seguramente le hubiese gustado más vernos en casa hilando lana, cuidando de los niños… o totalmente desnudas en su lecho.
No fuimos nosotras las que decidimos luchar así, mostrando nuestros atributos, fue una imposición más como la de llevar celada y rodilleras. Tengan en cuenta, caballeros, que la mayoría de los espectadores que acudían a vernos luchar eran hombres y había que ofrecerles, además de una buena lucha, un cierto impacto erótico.
Hubiera sido curioso ver pelear a mis compañeros sin las faldillas que cubrían sus vergüenzas, pero como veis, siempre se nos ha exigido más que a los hombres. Mucho más.
Lo triste es que, tantos siglos después, continúa sucediendo lo mismo: cuesta que se nos reconozca nuestra valía y tenemos que demostrarla, en ocasiones, por partida doble. Hay cosas que no cambian y las mujeres seguimos siendo gladiadoras: siempre nos toca luchar.

domingo, 15 de noviembre de 2015

...Y te olvido

Voy desterrando de mi alma
(sabes que por buen motivo)
Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.
los rescoldos aún calientes
de tu amor yermo y baldío;
recuerdos que me ensombrecen
y me opacan; sólo ansío
que mi corazón maltrecho
recupere sus latidos.

Van fundiéndose en la nada
los momentos compartidos;
se desdibuja tu rostro
(cada día es más sencillo)
difuminando el contorno
de esos gestos que hice míos,
y tu voz, antaño amada,
ya no tiene eco en mi oído.

Por fin estoy preparada
para darte por perdido,
olvidando así el pasado
y “lo que pudo haber sido”,
dejar, pues, de condenarte
(ya estas bastante maldito)
y decirte, al fin, sin odio
que te perdono… y te olvido.

 

sábado, 14 de noviembre de 2015

El niño más gafe del mundo


Se llamaba Mario, aunque sus compañeros de clase solían llamarle por su apellido, Escolano, y así nos referíamos a él también en casa. Era el mejor amigo de mi hermano pequeño y, cuando le conocí, tenía once años y yo dieciséis. Era el niño más gafe del mundo, siempre metido en líos, aunque se los tomaba con buen humor porque su carácter era afable y tenía un gran corazón.
            Recuerdo uno de sus días más ominosos (al menos de los que compartió conmigo). Estábamos en el jardín de mi antigua casa, celebrando una reunión familiar y allí comenzaron sus desgracias. Para empezar, se cayó de la bici. Eso puede pasarle a cualquiera, sí, pero no una, y otra, y otra, y otra vez. Al final perdimos la cuenta y aconsejamos al muchachito que lo dejara estar. Lo malo fue que, cuando decidió bajarse del vehículo lo hizo por mal sitio, se le enredaron los pies en una manguera y se dio de bruces contra el suelo partiéndose las gafas. ¡Pobrecillo! ¡Estaba tan triste! Daba penita verle, tan descoordinado y patoso.
            Mis hermanos y yo tratamos de animarle, y le propusimos dar un paseo (¡¡¡a pie, por supuesto!!!). Fuimos hasta una pinada cercana en la que solíamos jugar y allí, Escolano encontró una lata de laca en spray aparentemente vacía. Digo aparentemente porque pronto nos dimos cuenta de que no lo estaba ya que Mario la dirigió hacia sus ojos y apretó la válvula. No pude alcanzarle a tiempo para impedir el desastre.
            Le vaciamos sobre el rostro el contenido de las dos cantimploras que llevábamos con nosotros, pero el resultado no fue demasiado alentador así que decidimos regresar. Sin embargo nuestros problemas (bueno, los de nuestro amigo) no habían terminado todavía: sin darse cuenta, pateó una lata que resultó ser un nido de avispas. Cuando llegamos a casa, el pobre tenía los ojos inyectados en sangre y lágrimas, estaba empapado y, además, cubierto de picotazos de arriba abajo.
            Muchos años después de esta aventura, me encontré con Escolano cuando iba a mi academia de inglés. Estaba a punto de cruzar la calle para saludarle cuando le ví tropezar y caer. No pude contener la risa, salió sola, a borbotones. Él no me vio y, como me era imposible dejar de reírme, decidí alejarme a toda prisa del muchacho más gafe del mundo.

Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.

 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Micros olfativos (sigo cyranesca perdida)


EL SABUESO

El agente Pílguez era todo un sabueso: podía oler la culpa, y por ello era infalible en su trabajo... pero más que apéndice nasal, lo suyo era pura trompa.
           Un colega, Ramírez, le aconsejó la rinoplastia. Se operó, pero perdió la nariz y con ella su don.
           Ramírez ascendió a comisario. ¡Manda narices!



Celos
           Los ojos la envidiaban: decían que siempre se llevaba la mejor parte. Las mejillas se sentían ofendidas. La boca la odiaba, porque a ella no la rozaban aún. Cuando Jorge se despedía de Clara siempre lo hacía dándole un beso en la punta de la nariz.

 
 
Imágenes tomadas de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarlas del blog.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Complejo de mosca


Siguen las obras en el bloque vecino y, aunque se supone que la fachada de mi casa estaba terminada, aún quedan detallitos que solucionar. Y como por aquí no se persona nadie para ponerles remedio, me dedico a acosar a los obreros que, indefectiblemente, me remiten al jefe de obra.
El buen hombre se deja caer por aquí de vez en cuando, y yo le sigo y le persigo, reclamando lo que me corresponde por derecho. Si en vez de arquitecto fuera camarero, me escupiría en el café. Acabo de hablar con él por enésima vez, pero no me queda claro si le cala lo que le digo o si sólo me da la razón como a los locos. En fin, que empieza a jorobarme ya el tema, pero para no estropearme el día he decidido resignarme, tomármelo con filosofía y sentido del humor y escribirle un poemita de los míos para que sepa cómo me siento y lo que le espera si no me resuelve los problemillas…

 
A mi jefe de obra

Soy la mosca cojonera
que te aguarda
que te espera
a la vuelta de la esquina
y ladina
sobre ti salta, te agarra,
y tu paz, cruel, desgarra.
Quimera
es pensar siquiera
que de mi vas a librarte.
Soy como lapa en la roca,
que se adhiere cual ventosa
e impertérrita resiste
los envites de las olas.
Soy musgo que a ti se aferra
ermitaño en caracola,
alga que nada en la costa,
rémora en el tiburón,
hiedra que a un tronco se enlaza
que lo asfixia,
que lo abraza,
robándole su calor.
Soy la sombra de tu sombra,
soy tus pasos en la acera,
soy eco que reverbera,
soy esa mosca que, artera,
te dice sin disimulo
que te van a dar… calambres
de esquivarme, ¡so mendrugo!



Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.