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martes, 29 de mayo de 2018

Máscaras, un microrrelato animal



Ésta es una fábula, como las de Esopo, pero en plan más animal. Ya veréis por qué lo digo.

El lobo se había disfrazado con una piel de cordero. Había manchado sus patas de harina para que no desentonaran con el color del resto y también se había comido una tiza pues había oído que era lo mejor para suavizar la voz. Y así enmascarado, ocultando su identidad y sus siniestros propósitos,  se acercó a casa de una tímida ovejita y consiguió que le abriera la puerta.
Una vez dentro, comenzó la labor de cortejo: fue tierno, adulador, atrevido a veces, siempre seductor… y en poco menos de media hora consiguió llevársela a la cama. No, no quería comérsela, sólo echar un polvete, no tenía hambre  ya que acababa de zamparse siete cabritillas. ¡El partidazo que le estaba sacando al disfraz!
Lo que no sabía el lobo es que la corderita con la que remoloneaba entre las sábanas también llevaba careta. En realidad se trataba de la raposa, que perseguía idénticos fines y usaba los mismos trucos rastreros que él.
La sorpresa del lobo fue mayúscula cuando descubrió la verdad. Tiempo después aún se le oía quejarse diciendo que las únicas que no se habían disfrazado en aquella aciaga ocasión eran las ladillas que le había cedido su compañera de cama.



lunes, 14 de mayo de 2018

¡¡No quiero hacerme grande!! (Microrrelato)


Hola a todos. Os traigo hoy este mini-relato y aprovecho para desearos un estupendo comienzo de semana. 

                            ¡¡¡No quiero hacerme grande!!! (micro-relato)





_ ¡No quiero hacerme grande! _ me dijo, entre enfadada y llorosa _ ¡¡No quiero!! _ remachó desafiante. En ese mismo momento supe que no podría hacerla entrar en razón.
Aún así intenté explicarle que no debía tener miedo ni sentirse insegura, que crecer era hermoso; que ella estaba destinada a la grandeza, a alcanzar metas importantes pero que sólo las lograría si maduraba. Fueron muchos y muy elaborados los argumentos que empleé, pero la respuesta siguió siendo la misma, un NO rotundo, categórico. No pude hacer nada, había perdido la partida mucho antes de que empezara.
Mi historia decidió no crecer y se quedó en micro. La novela en que podría haberse convertido nunca vio la luz.



                                                    Imágenes de la red. Las eliminaré del blog si el autor lo solicita

martes, 1 de mayo de 2018

Cosas que pasan (microrrelato)

 Hola a todos. 

Hoy tengo un mini microrrelato de los que tanto me gusta escribir. Espero que a vosotros os guste leerlo. 
En esta ocasión no hay nada de real en él, excepto el nombre y la profesión del protagonista, que coinciden con los del electricista que viene a casa de tanto en tanto. Lo demás, pura ficción. 


Cosas que pasan...



Aunque Javier era electricista también hacía pequeñas chapuzas para quienes le contrataban, pero no tenía ni idea sobre fontanería, eran los únicos encargos que rechazaba cortésmente aunque necesitara el dinero, era una persona muy honesta.
María, que sabía bien qué tipo de trabajos era capaz de realizar su electricista y cuáles no, se dio cuenta de que se había enamorado de él cuando le llamó para pedirle que le arreglara una fuga en el grifo de la bañera. Javier supo que se había enamorado de ella cuando aceptó el trabajo sin pensarlo siquiera.
Mañana la pareja celebra su cincuenta aniversario de boda.

                                                                             Imágenes de la red. Las retiraré del blog si el autor lo solicita.

Si te ha gustado y te has quedado con ganas de más, te aconsejo que visites estos enlaces:

Micros olfativos
No hay quien la entienda 
Enemigos naturales
Según quien lo cuenta



martes, 24 de abril de 2018

De dinosaurios y niñas listas…

Microrrelato - De dinosaurios y niñas listas...


Siempre los dibujaba pequeñitos, porque decía que le daban miedo. Un día su madre le prometió que le compraría la muñeca que llevaba meses pidiendo si le pintaba un dinosaurio bien grande. La pequeña cogió un folio y en él esbozó un árbol enorme detrás de cuyo tronco se veía una cola dotada de púas.
_Es que se ha escondido detrás del baobab _ dijo, ante la mirada de pasmo de su progenitora_ pero es grande, mamá, te lo prometo.
Paula tuvo esa misma tarde la muñeca prometida.















Para mi Paula, que aunque ya va a cumplir los diecisiete, sigue siendo mi nena.

martes, 17 de abril de 2018

Clotilde (micro relato)


 Hola a todos. Os dejo este micro. Aunque no todo es cierto, mucho de lo que os cuento está basado en "hechos reales". Espero que os guste.

Clotilde

Cuando era niña viví una temporada en la casa de campo de mi tía MariLola. Me gustaba mucho visitarla, me llevaba muy  bien con ella y, además, tenía una habitación para mí en la parte de arriba del edificio, un cuartito abuhardillado que me hacía soñar.  A través de las ventanas se podía ver el huerto y llegaban hasta ellas las ramas de un enorme eucalipto en el que anidaban los gorriones. Por las mañanas era su canto el que me despertaba, y desde entonces ése es el sonido que más me gusta y me relaja.
La tía MariLola  me dijo que podía decorar a mi gusto la habitación (había llevado conmigo peluches y fotos como para llenar varios dormitorios) pero había una pequeña condición: no podía molestar a Clotilde.
Clotilde vivía sobre mi cama, en el techo, justo encima de la almohada. Era pequeña, con el abdomen algo hinchado, patilarga y no muy peluda. Al principio me daba un poco de impresión pensar que dormiría con ella colgando sobre mi cabeza, pero la tía me contó que  la pequeña araña tejía su red para protegerme de los malos sueños, que quedaban atrapados entre sus hilos hasta que desaparecían. Puede que fuera porque sólo tenía cinco años pero, ¡¡qué ilusión me hizo entonces tener a mi nueva amiga en la habitación!!
Cada noche al acostarme parecía que me estuviera esperando. Mientras me arropaba, la tía me contaba que se estaba asegurando de que su telaraña fuera lo suficientemente fuerte para resistir los embates de las pesadillas y que por eso se colgaba de un hilo o saltaba sobre ella. Siempre dormí como un lirón en mi pequeño cuarto abuhardillado, así que llegué a creer que mi amiguita de ocho patas me cuidaba durante el sueño.
Han pasado muchos años desde entonces y aún la recuerdo. Supongo que porque la asocio a la etapa más feliz de mi vida, a esos días en que la mayor de mis preocupaciones era pensar si dedicaría la mañana a mirar cómo nadaban los renacuajos de la charca o a recoger y devorar tomates en el huerto. Clotilde es para mí como el canto de los gorriones: representa el amor de una tía por su sobrina, es el símbolo de mi infancia, de una etapa de inocencia, de esos días en que tenía fe en las hadas y era capaz de creer que una pequeña araña me protegía de las pesadillas.
A veces, sólo a veces, miro con nostalgia hacia mi pasado y… ¡Cuánto te hecho de menos, Clotilde!
                                                                               Imágenes de la red. Las eliminaré del blog si el autor lo solicita

viernes, 18 de marzo de 2016

Enemigos Naturales (microrrelato con dibujito)

Hola a todos.

                     Este es mi segunda aportación al concurso de microrrelatos MICROFANTASY III de El Círculo de Escritores. Espero que os guste.

ENEMIGOS NATURALES

La odiaba simplemente por el hecho de ser quien era: una princesita mimada y consentida que no había tenido que esforzarse jamás. Eso la convertía en su enemiga natural.
La Bruja Malvada había aprendido de las mejores: conocía los hechizos más terribles, aquellos que ennegrecían el alma con tan solo pronunciarlos, pero también había asimilado los errores de sus antecesoras y no iba a cometerlos: nada de envenenar manzanas, ni husos de rueca. No quería arriesgarse a que un simple beso de amor frustrara sus planes.
Decidió que, para eliminarla, tenía que traer a su mayor enemigo, aquél con el que la niña soñaba cada noche. Introducirse en sus pesadillas fue sencillo, y localizar al monstruo y capturarlo también. ¡Le parecía tan poético que fuese la propia imaginación de la princesa la que le diera muerte!
Sin embargo, no tuvo en cuenta que la ferocidad de este animal, inventado por una cría, era tan relativa como inconsistente el temor de ésta. En cuanto se conocieron, la princesita y el Lagarrón se hicieron amigos.
 Lo último que pensó la bruja antes de morir es que jamás hubiera imaginado que los dientes emponzoñados de aquella criatura de pesadilla acabarían volviéndose contra ella.

Este es el dibujo del Lagarrón que hizo la princesa cuando ella y su nueva mascota se hicieron amigos


Este dibujo lo hice hace años, cuando mis sobrinas eran pequeñas y les contaba historias del Reino de las Hadas y sus habitantes. Tengo algunos aún, los llamé "Charimales". Este es una mezcla de lagarto y ratón, de ahí su nombre :)

viernes, 11 de marzo de 2016

¿¿Acaso fue un sueño??

Este es un microrrelato con el que participo en el concurso MICROFANTASY III de la comunidad El Círculo de Escritores. Espero que os guste.

¿¿ACASO FUE UN SUEÑO??

            Tras un largo paseo por el parque, me senté bajo el algarrobo, mi árbol favorito, y apoyé mi espalda en su rugoso tronco. De niña, dejaba en su base pequeños tesoros para que los encontraran las hadas. Estaba convencida de que la entrada a su mundo debía de estar allí mismo. Podría jurar que incluso las había escuchado hablar.
 
            — Mira, es la humana. Ha regresado.
    Vuelve constantemente porque adora este lugar. ¿Recuerdas cuánto le gustaba jugar con nosotras?
            — Sí, claro, siempre nos dejaba regalos: botones, cristales pulidos, caramelos...
            — ¿Seguirá creyendo en la magia?
            — Seguro que sí. ¡Llamémosla a ver si aún es capaz de oírnos!
            — ¡De acuerdo! Agitaremos fuerte nuestras campanillas, a la de tres. Una, dos... ¡tres! ¡Tilín, tilín! ...  ¡Tilín, tilín!...
 
            ¡¡Me había quedado dormida!! El sonido del móvil me despertó y,  justo en ese momento, se quedó sin batería.
            Iba a marcharme cuando recordé que llevaba una bolsa de chuches para mis sobrinas. Saqué unas pocas y las dispuse junto al tronco, como un pequeño homenaje a las hadas que iluminaron mi infancia.
Me disponía a levantarme cuando escuché un débil sonido:

            ¡Tilín, tilín, tilín! ... 

            El móvil permanecía en mi bolso, apagado.
 


Imágenes de la red. Las eliminaré del blog si el autor lo solicita.






miércoles, 24 de febrero de 2016

Tras el fin de semana...


No sé si es que se lo dije con poca convicción o que, simplemente, no lo entendió, pero se puso en un plan tiránico, rozando lo insufrible. ¡¡Como si  fuera a ausentarme así porque así, por gusto, como si soliese abandonar sin motivo!! Imagino que yo también estuve insoportable, esgrimiendo todos los motivos que se me ocurrían para justificar mi breve marcha. Traté de explicarle que no tardaría nada, que en cuanto quisiera darse cuenta estaría de vuelta.
Lo peor llegó cuando, en vista de que no cejaba en su actitud enfurruñada, empecé a alzar la voz y a exigir mis derechos racionales. ¡Ja! ¿Cómo pretendía que los entendiese, que supiese siquiera lo que son? A pesar de haber llegado a esa conclusión tan lógica, seguí con la perorata. Intenté que comprendiera lo incomprensible e incluso la comparé con Fibi…¡¡Ni mi perrita se queja tanto cuando la dejo!!
Traté de razonar, y supongo que ahí estuvo parte del error: no caí en que hay quien no razona, no porque se niegue a hacerlo, sino porque no puede.
Como no conseguí que se tranquilizara, decidí apagar el ordenador y cumplir con los que me había propuesto, sin importarme las consecuencias. Ayer, tras un descanso de fin de semana algo más largo de lo previsto, me enfrenté a mis miedos: todo seguía como siempre, nada había cambiado. Ufff, menos mal. Le di una palmadita al portátil en la tapa y le dije: "Buen chico, te has portado. ¿Ves como ya estoy de vuelta?"
Estoy convencida de que si mi blog hubiera podido responder, habría llenado la pantalla con corazoncitos. ¡¡¡Cuánto me ha echado de menos!!!

Feliz miércoles a todos.

Imagen de la red. La eliminaré del blog si el autor lo solicita.

 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Sin palabras (microrrelato)


Sin palabras
            Apuré el paso al escuchar las doce campanadas en el reloj de Santa María. Estaba cerca de casa, pero no lo suficiente para relajarme. Llegaba tarde, muy tarde. Martín siempre suele irse a la cama antes de la medianoche y estaba convencida de que le molestaría no encontrarme a su lado. Nunca he soportado sus miradas de reproche, son más elocuentes que sus palabras. Aún así,  el riesgo había merecido la pena. Mientras recorría a toda prisa las pocas calles que me separaban de mi hogar me sentía como la mismísima Cenicienta, aunque sin el vestido de fiesta y los zapatos de cristal.
            La cita había resultado perfecta ¡tan romántica! Habíamos quedado en el parque a las nueve y media, hora en que empieza el programa favorito de Martín. En cuanto se pone delante de la tele el mundo se le desdibuja y hasta parecen molestarle mis mimos, así que no fue difícil desaparecer. Cuando llegué al jardín, Rudi me estaba esperando, soberbio con su cabello rubio brillando bajo la luz de las farolas y sus ojos verdes llenos de deseo. Es tan apasionado como yo, de eso no hay duda, somos auténticas almas gemelas.
            Tengo la convicción de que las cosas divertidas están hechas para no durar. Siempre sucede así. El tiempo que Rudi y yo pasamos juntos transcurrió tan deprisa… y, sin embargo, otros momentos parecen durar toda una vida, como la condenada carrera a casa que se me hizo eterna.
             Llegué agotada, temblando por el esfuerzo. Entré con sigilo y me acerqué al salón. La tele aún permanecía encendida y él estaba hecho un ovillo en el sofá. Al verle allí encogido sentí unos remordimientos terribles, me inspiró una profunda ternura encontrarle tan indefenso, como si fuera un niño, y me di cuenta de lo mucho que le quiero.
            Sin pensarlo dos veces tomé carrerilla, salté en su regazo y le llené la cara de lametones.
            ─ ¡Gata loca! ¡Me vas a depilar las cejas! ─ gritó mientras me alzaba en brazos para separarme de él. Supe de inmediato, por el tono y por su media sonrisa, que no estaba enfadado conmigo. No le hicieron falta palabras: también en sus ojos podía leerse mucho amor.
Imagen de la red. La eliminaré del blog si el autor lo solicita
 

sábado, 13 de febrero de 2016

Bendito karma


Nunca me han dado miedo las cucarachas, ni asco. Si puedo, evito matarlas, me dan pena los pobres bichos. Si puedo…
Escuché una vocecilla aguda que me llamaba y me llevó mucho rato darme cuenta de dónde provenía. No podía salir de mi asombro: ese animalejo me estaba hablando, y pronunciaba mi nombre con claridad absoluta.
¿Creéis en la reencarnación, y en el karma y todo eso? Ahora yo sí, fuerza mayor. Mi ex, Marcos, el hombre que no supo luchar por mi amor, había fallecido y se había reencarnado en el bichejo que tenía delante.
Me contó que se había arruinado la vida, y había llevado consigo en su “descenso a los infiernos” a su mujer (con la que había vuelto tras dejarme) y a su hijo. Que había sido un desgraciado por culpa de su cobardía, que sentía el dolor que me había causado su abandono. Quería expiar parte de sus pecados pidiéndome perdón, instándome a que siguiera siendo la persona buena y generosa de la que se había enamorado.
No pudo decir mucho más. Dejé caer todo mi peso sobre la puñetera cucaracha. Vale, puede que en mi próxima vida yo también me reencarne en insecto, pero lo que va delante va delante.
Imagen de la red, la retiraré si el autor lo solicita
 
 
Este es el micro con el que participo en el concurso de relatos "SAN VALENTÍN II, La Cara Oculta", "El Círculo de escritores", de la comunidad Relatos Extraordinarios. ¡¡Espero que os haya gustado!! Feliz fin de semana de San Valentín para todos.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El ídolo (microrrelato)


       Nunca he sido supersticioso, pero desde que comencé a investigar la historia de la reliquia que ha llegado a mi poder ya no sé qué creer.
Según mis investigaciones, el ídolo fue fabricado con el oro que se guardaba en un antiquísimo templo como tributo a la diosa Iatxil; el preciado mineral estaba custodiado día y noche por cuatro sacerdotes. Cuando el poblado fue devastado por los conquistadores, el santuario fue saqueado y los cuatro hombres santos murieron defendiendo el lugar. Dice la leyenda que su sangre salpicó al oro y que, desde ese momento, quedó maldito. 
Los invasores llevaron las riquezas consigo, pero también acarrearon la condenación a su pueblo: los hombres empezaron a enfermar, primero fueron los que habían profanado el templo, luego los que convirtieron el oro en la estatuilla que ahora tengo ante mí; después, el resto de la población. La dolencia siempre se presentaba con los mismos síntomas: temblor en las manos y en los brazos, vómitos, espasmos y, por último, aparición de visiones que conducían a la locura y luego a la muerte. Nadie supo dar explicación a lo sucedido, nadie pudo hacer nada por sanar a los enfermos.
El ídolo permaneció en la aldea abandonada, pero no por mucho tiempo pues la avaricia suele ser más fuerte que el temor a las maldiciones, y fue pasando rápidamente de unas manos a otras hasta que desapareció. Hace poco, en una investigación dirigida por un buen amigo para el Museo Nacional, dieron con la reliquia y la adquirieron para nuestra colección. Mi misión como jefe de departamento de historia es catalogarla y documentar sus orígenes.
He seguido la pista a este objeto y no he encontrado más que desolación a su alrededor. Puede que ahora que descansa en un museo, la maldición del oro se acabe, pero…  no confío en mis propias palabras, no sé por qué, supongo que todo se debe al cansancio. Será mejor que me vaya a la cama, empiezo a notar que me tiemblan un poco las manos...


Imagen de la red. La eliminaré del blog si el autor lo solicita

miércoles, 27 de enero de 2016

Jugando con fantasmas


Hola a todos.

 

            El sábado pasado, Carmen Pinedo desde su blog nos proponía uno de sus interesantes retos: “jugar con fantasmas” escribiendo un pequeño relato a partir de lo que nos inspirara alguna de las imágenes que dejaba para nosotros.
             He visto que muchos de los que participaron en la aventura han colgado sus relatos en su blog, así que me he animado a hacerlo yo también. Me gustaron muchísimos cuadros de los que Carmen nos ofreció, pero éste es el que más llamó mi atención y al que le dediqué  este micro que comparto con vosotros. Espero que os agrade.


“Acechaban desde los rincones, desde los muros, las cortinas, las pinturas que decoraban las estancias. Se había mudado de casa tres veces en los últimos cinco años, y aún no había encontrado un lugar al que llamar “hogar”. Los fantasmas la acompañaban a dondequiera que fuese, incomodándola con su presencia, impidiéndole ser feliz.
Su última casa era pequeña, diminuta. Su mayor atractivo consistía en una ventana blanca que daba al mar. Cuando se despertaba, sólo tenía que incorporarse un poco para verse rodeada de azul: cielo y océano envolviéndola, arropándola y espantando a los fantasmas que había llevado consigo en su corazón.
Cuando los fantasmas se fueron, sólo quedó el océano y una vida por delante para disfrutar. “

 

 
                                                      Edward Hopper, Habitaciones junto al mar, 1951
 
 

jueves, 14 de enero de 2016

El lenguaje de las flores (Microrrelato con fotos)

EL LENGUAJE DE LAS FLORES
Las flores tienen su propio lenguaje, y no me refiero al significado especial que se le atribuye, no, quiero decir que “hablan”. Sus charlas son muy entretenidas, pero sólo pueden escucharlas aquellos que creen en las hadas y han visitado su mundo. También poseen un carácter peculiar. Os hablaré, para poner un ejemplo, de las que se encuentran en los márgenes y caminos que llevan a mi casa:
La Margarita es una casamentera empedernida y también el ser más indeciso que existe. Es incapaz de tomar una decisión. Le da mil vueltas a todo antes de llegar a algo concluyente. ¡Dudas, dudas, dudas!
Las flores de Adelfa tienen una lengua muy afilada. Suelen lanzar unos comentarios de lo más mordaz y, muchas veces, hacen frente común con la LANTANA. ¡Cómo les gusta criticar!
Al diente de león, sin embargo, no le preocupan las habladurías, se cree por encima de ellas. Se considera el más sabio por ser una planta medicinal e insiste en que le llamen “doctor”. Tiende a ser mediador cuando surge alguna reyerta.
La flor del hibisco es apasionada. Defiende sus ideas con una vehemencia que contrasta con su aparente fragilidad. Cuando tiene una opinión se aferra a ella y la defiende hasta sus últimas consecuencias.
La que menos habla es, sin duda alguna, la varita de San José. Muy de vez en cuando, si te acercas mucho, la puedes oír musitar una oración mientras inclina sus pétalos hacia el cielo.
La más humilde de estas flores es la Correhuela. Tímida y sensible, a menudo se burlan de ella porque es una planta rastrera y porque su nombre es terrible, pero siempre logra superarse y acaba por contagiar su alegría a cuantos la rodean. Es positiva por naturaleza.
Las Correhuelas son las flores favoritas de las hadas. Utilizan  estas delicadas campanillas para confeccionar sus sombreros. A mi me fascinan por su aspecto dulce, casi etéreo, a pesar de lo inapropiado de su nombre. Cuando el viento agita las Correhuelas puedes oírlas hablar entre sí. Tratad de escucharlas. Serán, con seguridad, buenas noticias.
 
                                                           Fotografías autoría propia
 
 
 
 
 
 

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cuento de Navidad - Capítulo 3


 
Os dejo el enlace por si queréis echar un vistazo a los capítulos anteriores. Los encontraréis en el blog de Ezequiel Miller. Itroducción. Capítulo 1. Capítulo 2.

Eliseo temblaba de arriba abajo mientras encaminaba sus pasos hacia su oficina, se sentía como si le hubiesen derramado sobre la cabeza una jarra de agua helada. Nada de lo que estaba sucediendo tenía sentido,  por un momento volvió a pensar que tanto la visita del primer fantasma como la de su tío Apolinario habían sido producto de una indigestión. Pero entonces, ¿por qué se sentía tan asustado?
Seguía rumiando estas ideas absurdas cuando abrió la puerta de la oficina. No había nadie en ella, ni Robustiana ni el señor Burgoa. Le recibió un silencio absoluto, acompañado de una luz fantasmal que lo envolvía todo y parecía filtrarse a través de la puerta que daba a su mísero despacho. Se dirigió hacia la portezuela despacio, sintiendo el sudor que a pesar del frío le corría por la frente. El temblor de sus manos apenas le permitía aferrar el picaporte pero finalmente consiguió abrirla pese al terror y la aprensión que sentía.
            La oficina que se mostró ante él no parecía la suya, estaba tan profusamente decorada que casi no la reconocía. Las paredes lucían infinidad guirnaldas de hiedra adornadas con piñas, bayas rojas y hojas de acebo y el escritorio, cuya única decoración solía ser los libros de contabilidad y un flexo oxidado, aparecía cubierto por un impoluto mantel rojo sobre el que se mostraban unas viandas suculentas y una ponchera repleta de un líquido humeante que olía de maravilla. Tras la mesa había un enorme abeto adornado con lazos dorados, bolas rojas y luces de mil colores y junto a él, en la silla del propio Cameno, se sentaba una curiosa dama que no cesaba de sonreír.
Eliseo no había visto en su vida a una criatura como aquella: era una mujer extremadamente alta, casi gigantesca, rubicunda y de mofletes y pechos generosos. Vestía una holgada túnica verde bosque, adornada con ribetes de piel blanca, que parecía estar tejida con estrellas y ramas de pino y bordeada por nieve. El pelo de la dama, negro como ala de cuervo, estaba recogido en un intrincado revoltijo de rizos, sujetos por una corona de hiedra y muérdago.

–Así que al fin has decidido acercarte – le dijo con voz risueña – Te he estado esperando. Soy el Espíritu de las Navidades Pasadas, sé que te han anunciado mi visita.
–No te pareces nada al otro espíritu –se atrevió a decir Eliseo, aunque seguía temblando de arriba abajo y no osaba a mirarla a los ojos –sois casi totalmente opuestos.
–Mis hermanos y yo somos idénticos en la esencia, pero no en la forma. Eso nunca nos ha importado. Nuestra vida es breve y no merece la pena entrar en esas consideraciones, sólo nos dedicamos a llevar alegría al mundo en estos días. Y bien ¿Estás preparado?  No tenemos toda la noche.

Eliseo temblaba al rememorar el terrible viaje en autobús que acababa de padecer, pero sus temores se desvanecieron en cuanto el espíritu se le acercó y le tendió su brazo. Nada más tocarlo cesaron sus miedos y, de pronto, la habitación empezó a dar vueltas alrededor de ambos: adornos, árbol, viandas… todo se entremezcló en una espiral de colores que giraba sin cesar. Sintió que se mareaba, el perfume del ponche  del que tanto había disfrutado segundos antes le provocaba arcadas, pues se movían a una velocidad increíble.  Cuando al fin se detuvieron, él y el fantasma se encontraban en la calle, rodeados de gente para los que eran invisibles.
Ya era casi de noche, el reloj de la iglesia acababa de dar siete campanadas. Seguía siendo Navidad, eso estaba claro, y las calles se mostraban tan engalanadas como el despacho de Eliseo.
Recorrieron las avenidas del centro observando a los adultos hacer sus compras, cargar con paquetes de regalos, hablar con los conocidos o simplemente felicitarse a voces las fiestas. Todo el mundo parecía estar de buen humor. Los niños se arracimaban en torno al escaparate de la tienda de juguetes de la plaza mayor, pegando sus naricillas a los cristales y dejando en ellos la vaporosa huella de sus anhelos. Las sonrisas de la gente parecían mas sinceras y genuinas cuando el espíritu pasaba por su lado, como si al rozarles con su manto todos sus problemas se fundieran como la nieve. ¡Hasta Eliseo se permitió el lujo de sonreír al ver la alegría de los pequeños que se contemplaban las luces que decoraban las calles!
El espíritu bendecía a cuantos se cruzaban en su camino y así pasaron buena parte de la noche. Cuando ya se encontraban en uno de los barrios más pobres de la población, el fantasma se detuvo. Estaban delante de un bloque de viviendas de protección oficial y subieron hasta el segundo piso, que no era otro que el de Robustiana, la empleada del señor Cameno.
Atravesaron la puerta como si estuviesen hechos de humo, y pronto estuvieron en el salón. Era muy humilde, pero parecía mucho más rico debido a la decoración navideña que Robustiana y sus hijos habían confeccionado. Habían colocado en un rincón un arbolito de plástico del que colgaban pompones de lana de todos los colores. Una guirnalda hecha de palomitas de maíz lo envolvía de arriba abajo, y en algunas de las puntas, podía verse aún alguno de los bastoncillos de caramelo que había conseguido que los niños respetaran.
La mesa estaba puesta en el centro, cubierta por un mantel blanco con estampaciones de flores de Pascua. Al lado, en el aparador, habían montado el nacimiento, con troncos y ramitas recogidas por los pequeños y las figuritas que habían comprado años atrás. Un villancico sonaba en la radio y olía a la carne que se asaba lentamente en el horno.
En ese instante, tres niños entraron en tropel, riendo animadamente. Su madre salió de la cocina para darles un beso y recoger los paquetes que le traían y después les mandó a lavarse las manos pues la cena estaría enseguida. Los pequeños no dejaban de mirar el árbol y Eliseo descubrió el motivo: había tres pequeños paquetes junto al tronco, pero eran tan sobrios que no le extrañaba que le hubieran pasado desapercibidos.
Los niños ayudaron a sacar la comida y se sentaron a la mesa. El mayor recitó la oración que su madre le había enseñado, en la que daban gracias, pedían por los menos afortunados y dedicaban un recuerdo a su padre, y luego se dispusieron a atacar la carne con patatas. Mientras comían, hablaban de sus juegos, de los amigos del colegio a los que echaban de menos y de los trabajos que tendrían que hacer antes de volver a clase. Su madre les miraba con devoción, ellos eran el motivo de que siguiera celebrando con alegría las navidades después de la muerte de su esposo cuatro años atrás.
Eliseo se sentía a gusto escuchándoles, tan contento que también sonreía. Le hubiera gustado probar ese guiso que tan bien olía o dar un sorbito al ponche navideño, ¡hacía tanto que no lo tomaba! Los niños abrieron sus regalos y a Eliseo le sorprendió que, a pesar de que eran muy modestos, a ellos no parecía importarles: no podían estar más felices. Quería seguir oyendo sus historias, deseaba quedarse a escucharles cantar villancicos, pero el fantasma le indicó con un gesto que tenían que continuar su camino.
Anduvieron hasta llegar a la puerta de la residencia donde vivía la Señora Cameno, la madre de Eliseo. Él no quería entrar, se avergonzaba de lo que intuía que iba a ver, pero el espíritu no le dejó opción. Su madre estaba en el salón, jugando al cinquillo con uno de los cuidadores, que había decidido quedarse con ella para hacerle compañía. El recepcionista entró al instante anunciando a unos jovencitos que venían a cantar villancicos. Entre ellos, estaba la muchacha pelirroja que había tropezado con Eliseo el día anterior, luciendo la misma gran sonrisa que le había dedicado a él. Fue muy cariñosa con la señora Cameno, tanto que hasta su hijo se conmovió. ¡Se la veía tan frágil! ¡Y con qué poco se contentaba, que no paraba de sonreír y dar suaves palmadas al compás de la música!

–Por favor, espíritu, dime si estoy a tiempo de compartir las próximas navidades con mi madre.
–No, me temo que no será posible. Lo siento mucho, pero  tu madre no vivirá otra Nochebuena, me parece que has llegado un poco tarde –. Eliseo bajó los ojos, pero siguió haciendo preguntas al fantasma.
 –Y a ella, a la joven… a la muchachita pelirroja… ¿qué futuro le espera?
–Si las cosas no cambian, el hambre y la necesidad la obligarán a juntarse con gente despreciable, acabará vendiendo su cuerpo por unas míseras monedas y, en unos años, la droga segará su vida.
–Pe… pero… ­–tartamudeó Eliseo– ¡alguien debería hacerse cargo de ella, de ayudarla!
– ¿Por qué habría de importarle a alguien? Tan sólo es una vaga que vive de la caridad.

Eliseo recordó haber pronunciado esas mismas palabras ante la joven y de nuevo se sintió avergonzado de su actitud. Durante un largo trecho anduvo con la cabeza baja y cuando al fin encontró la fuerza para mirar de nuevo al fantasma, lo que descubrió le dejó sin habla: el rostro del espíritu aparecía cubierto de llagas y pústulas, sus ojos habían perdido la luz y ya no sonreía con la calidez de antes.

– No temas, estoy bien –dijo el fantasma ante la mirada de repulsión y miedo de que le mostraba su acompañante – Mi tiempo en tu mundo se acaba. Estas úlceras que ves en mi cara no son más que las cicatrices de las enfermedades de los hombres, que también a nosotros nos afectan, aunque luchamos contra ellas desde el principio de los tiempos. Hay dos males de los que debes cuidarte, los que más dañan el alma mortal: uno es la avaricia, y el otro la envidia. Ambas destruyen el corazón y lo inhabilitan para sentir y para disfrutar. Aléjalos de tu vida antes de que sea demasiado tarde. Ahora, vuelve a darme la mano.
Con mucha aprensión cogió la marchita garra que el espectro le tendía y de nuevo se fundió con él en un vórtice de colores y sombras. Cuando salió de ese remolino estaba solo, frente a su oficina. Volvía a ser de día y el reloj de la iglesia acababa de dar las dos campanadas.


El próximo capítulo aparecerá en breve en el blog de Diana Pinedo Ortega (Grafema11)



lunes, 14 de diciembre de 2015

De vuelta a la realidad


Desde niña tengo la costumbre de fijarme en las personas que pasan por mi lado en la calle, o las que me encuentro en el tranvía o el autobús.  Suelo imaginar sus historias: de dónde vienen, adónde se dirigen o porqué tienen en su rostro una expresión determinada. En algunos casos, llaman tanto mi atención que se convierten en personajes de alguno de mis relatos. Cuando llego a casa después de haber observado algo curioso me siento ante el ordenador para registrarlo, pero ayer no pude escribir… o al menos no la historia que había imaginado en un principio, que se marchó de mi mente con la misma facilidad con la que había llegado.
Mientras daba mi acostumbrado paseo con Fibi por la avenida que recorre la playa me fijé en una pareja de octogenarios. Él se había sentado en uno de los bancos de madera que hay frente a la orilla y se disponía a escribir en un cuaderno pautado que había desplegado sobre su regazo. Su esposa (o a quien yo tomé por su esposa) se alejó de él en dirección a la terraza de un bar cercano, no sin antes despedirse acariciándole la mejilla con la yema de los dedos, en un gesto que me pareció tierno y evocador.
La curiosidad me llevó a acercarme al anciano, acechándole por detrás de su banco, para observar qué era lo que garabateaba en su libreta. Me sorprendió descubrir que no se trataba de palabras, sino de signos matemáticos (o más bien de magnitudes físicas) que me resultaban familiares e incomprensibles a un tiempo.
Fiel a mi costumbre les imaginé a él y a su compañera, sin apenas darme cuenta, una historia cargada de romanticismo y tintes dramáticos. Me dejé llevar por la imaginación y el mundo se me desdibujo mientras, en cuestión de segundos, dotaba a la pareja de identidad, carácter y memoria histórica. No sé cuanto tiempo pasé perdida en mis ensoñaciones, pero de pronto me devolvió a la realidad la voz irritada del anciano, que había dejado su libreta para girarse y contemplarme con mirada asesina.
  Señora – me dijo, apretando los dientes –  su perro se está cagando en mis zapatillas.



AVISO: el final de este micro es pura FICCIÓN. Mi perrita está tan bien educada que hasta se baja de la acera para hacer sus necesidades  :)

                   Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita procederé a eliminarla del blog.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Mi Némesis

Este es el relato con el que participo en el concurso "Relatos de Villanos Extraordinarios" de EL CÍRCULO DE ESCRITORES.
 
Sé que se acerca, adivino cuándo va a aparecer. No soy un superhéroe, no tengo visión de rayos X para verla venir, no me hace falta: un escalofrío en la espalda me anuncia su presencia.  Tiemblo de arriba abajo como una hoja que agita el viento, me sudan las manos y la boca se me pone pastosa: sé que mi viaje al inframundo está a punto de comenzar: llega mi archienemiga.
            Esta súper malvada es mi Némesis, mi infierno particular. No usa un traje especial (no lo necesita) hecho de malla, aunque bien podría llevar marcada sobre su ampuloso pecho una “S” como la que luce Superman. En cuanto a la capa, sólo la utiliza en invierno y no demasiado porque prefiere esconder su chaparra y oronda figura en un chaquetón de paño color crema. Creo que siempre es el mismo, no parece que lo haya cambiado en los diez años que hace que nos conocemos.
            Su risa es la típica de un súper-villano, una risa siniestra, pero en su caso tiene un matiz agudo, muy agudo, que la convierte en un arma más de su arsenal, un ultrasonido molesto e irritante que utiliza para desestabilizar a su enemigo, o sea, a mí.    
Cuando me observa a través de sus lentes de culo de vaso, entrecierra los ojos convirtiéndolos en dos rendijas. Causa pavor asomarse a ellas, son como una abertura que conduce al Tártaro. Ese es su otro súper poder: como haría Medusa (o un basilisco, que le pega más), te deja mudo, sin posibilidad de reacción ni defensa. ¿Habéis oído la frase “hay miradas que matan”? Pues la suya es peor porque no acaba con tu vida, si no que la convierte en una auténtica maldición.
Y, por último, está su lengua viperina. ¡Cómo la detesto! Esa es su arma más mortífera, capaz de escupir veneno sin piedad. No le importa lo mucho que pueda afectarte: disfruta dejándote en ridículo, tratando de convertir sus mentiras en verdades y sembrando la cizaña a su paso. Una simple frase y enemista a unos con otros, creando el caos y la confusión por doquier. Siempre sabe qué decir, tiene la palabra justa y escoge el momento para lanzarla con precisión, por algo conoce bien todas mis debilidades y las explota sin clemencia.
¿Queréis saber cómo se llama esta supervillana de pesadilla? Podría darle muchos nombres, a cual más rocambolesco, pero desde siempre yo la llamo “Suegra”.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Según quien lo cuenta...


            Cada mañana, antes de salir rumbo a la escuela, Paula dejaba en el balcón de su casa un plato grande repleto de migas de pan para los gorriones. En cuanto los oía piar salía para ponerles su comida. Estaba muy orgullosa de los progresos que estaba realizando con ellos. Al principio, se marchaban en cuanto ella se asomaba, pero ahora podía permanecer en un rincón de la terraza y  las aves no se sentían intimidadas ante su presencia. Estaba convencida de que los estaba domesticando y que acabarían por comer de su mano.
            Un día escuchó un gran barullo que provenía del árbol donde los gorriones tenían su nido. Trató de ver qué sucedía pero no lo consiguió y al final se marchó a hacer los deberes, preocupada, pensando que quizá un gato había trepado hasta una de las ramas… pero no podía estar más equivocada. En realidad, los pájaros celebraban una fiesta: por fin, después de mucho tiempo, habían conseguido amaestrar a un ser humano. Sólo tenían que silbar para que ella saliera a ponerles la comida… ¡y eso había que festejarlo!
 
 

Imagen de la red. Procederé a eliminarla del blog si el autor lo solicita

sábado, 28 de noviembre de 2015

Experimento lingüístico 1

             De vez en cuando, para ver qué más puedo sacar de mi cabecita loca, me da por experimentar con las palabras. No pretendo descubrir nada nuevo, no creáis, la mayoría de las veces son ejercicios poéticos que ya han hecho otros antes que yo (como los caligramas, por poner un ejemplo) y, seguramente, con mucho más acierto.
               Este es uno de mis Experimentos, a ver si os gusta.

Experimento lingüístico 1

Ana masca y masca la calabaza. Aparta la raja, la machaca y la amasa. 

– Mamá, calabaza mala – clama, la cara alzada y la bata blanca, manchada.
– Anda, acaba ya y a la cama – la mamá  aclara.
 

Más Ana aparta la faz, jamás traga. ¡Caramba, vaya chavala!
Nada más acabar va a la cámara, a la cama. Agazapada, Ana jala la sabana, agarra la manta más… ¿calla? ¡Jamás! 

– Mamá, la nana – clama Ana.
– Ya va, ya va… ¡vaya brasa!
 
Agachada, Mamá canta y canta. Al acabar la cantata, alza la cara.

– Hala, Ana. Apaga la lámpara. Hasta mañana 

Ana, atarantada, jamás para. Habla y habla, canta, charla, lanza carcajadas, alza la sábana… Mamá, ya cansada, aclara:

– Basta ya, Ana. Hartas a mamá.  

        Ana azarada baja la faz. Callada ya, trama plan para mañana.

–¡¡¡Ya sabrás, mamá, ya sabrás!!!

Imágenes tomadas de la red. Si el autor lo solicita, procederé a eliminarlas de mi blog

 

sábado, 21 de noviembre de 2015

De pata negra

              Mi amiga Maribel siempre estaba con la misma cantinela: ¿por qué no llevas pendientes? Repetía esta pregunta cada vez que me veía sin ellos, lo que solía suceder con demasiada frecuencia, y siempre acompañaba su insidioso examen con un suspiro y una frase sin terminar: ay, con lo bien que te sientan…
A pesar de que solía tener una excusa para darle en cada ocasión, ninguna parecía convencerla lo suficiente. Le daba igual que se me olvidaran, o que me molestasen, o que me diesen calor o que se me hubiese extraviado la rosca o simplemente que no me apeteciese ponérmelos nada más levantarme. Ella seguía preguntando el porqué. “No hay excusas para no llevar pendientes –me decía –además… te sientan tan bien… ¡ay! 
Ya no se me ocurría qué decirle, me hacía sentir fea con la frasecita de marras y, aunque lo sabía, no cesaba de soltarla, machacona. Llegué a pensar que encontraba cierta satisfacción sádica y morbosa en restregármela. La última vez que nos vimos, se repitió el numerito, pero en esta ocasión se me acabó la paciencia.

–Pero chica, ¿por qué no llevas pendientes? Ay, con lo bien que te quedan…
–Verás, Mari, es que no soy como otras. Yo no necesito marchamo para que se vea que soy de pata negra.

¿Sabéis? Hace más de año y medio que no sé nada de Maribel.

Imagen obtenida de la red, procederé a eliminarla del blog si el autor de la misma así lo solicita

miércoles, 18 de noviembre de 2015

No hay quien la entienda

                                   (Para el concurso de Micros de La otra cara de la moneda)

Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.
            Se llama Norberto, como el dragón que sale en Harry Potter. No estoy segura de que sea un chico pero el nombre le pega un montón. Lucas y Adrián la encontraron en una esquina del patio y querían arrancarle la cola para ver si le salía otra enseguida, pero como en el fondo son unos caguetas, no se atrevieron a cogerla. Yo la rescaté y me quedé con ella. Como imaginaba que volverían para intentar atraparla la escondí en la funda de mi flauta y la saqué del cole sin que la seño sospechase ni un poquito.
A mi madre le dan mucho asco las lagartijas, dice que es el único bicho que no soporta ni de lejos. Por eso no se la enseñé ni le dije nada y, mientras ella me preparaba la merienda, metí a Norberto en una caja de zapatos.
Mamá entró en la habitación justo cuando estaba despidiéndome de ella, aunque por suerte ya la había dejado en un lugar seguro. Pensaba que me iba a caer la bronca, pero creo que no debió oírme porque no me riñó. Solamente me miró con la misma cara que pone cuando me duele la garganta. Y esa no es su cara de enfado, porque cuando se cabrea, aprieta tanto los labios que se le ponen blancos, y le salen un  millón de arrugas entre los ojos.
Ayer volvió a suceder algo parecido, y noté que mamá seguía mirándome sin decir nada y empezaba a preocuparse, así que decidí contarle la verdad. Pensaba que en cuanto supiera que había metido una lagartija en casa pegaría un grito, pero lo que hizo fue sonreír y soltar un fuerte suspiro, no entiendo muy bien porqué. Le pregunté si estaba enfadada conmigo por haber colado un bichito en casa sin su permiso y me dijo que sólo un poco, pero que en el fondo se alegraba de que Norberto fuera un amigo de carne y hueso. Y luego se rió. No hay quien entienda a mi madre.