miércoles, 2 de septiembre de 2015

Pandilla psicótica

 
Esta tarde he estado en una reunión de la comunidad de vecinos. La mayoría de que estábamos allí nos quejábamos del estado en que se encuentran las vías de acceso a nuestro bloque a cuenta de las cagadas de los perros que hay esparcidas a diestro y siniestro. Tenemos un doble problema, primero la falta de civismo de los que no recogen las heces de sus mascotas y segundo, que parece que los que vivimos en esta zona somos para el ayuntamiento de esta ciudad “hijos de un dios menor”, si no, no se entiende el estado de abandono en que se encuentran nuestras calles.
Yo tengo perro, y voy cargada siempre con mis bolsitas recoje-cacas. Qué menos. Pero soy de las pocas que lo hacen, la mayoría de la gente (y hablo de los vecinos de mi bloque y de los colindantes) llevan a los perros sueltos por el paseo de la playa, dejando que hagan sus necesidades donde les apetece y sin preocuparse de deshacerse de ellas. Se ve que les da lo mismo que todo huela a mierda.
Hay un grupito que lleva a los perros en manada. Alguno de ellos sí cumple con su deber cívico, pero otros no y yo los tengo calados. Hay dos señoras, y las llamo así porque de alguna manera he de referirme a ellas, que dejan que sus animales campen a sus anchas no sólo esparciendo deshechos por doquier, sino destrozando bienes comunes como papeleras. No hay forma de que aten a sus perros, yo al menos ya he desistido de intentarlo, era demasiado para mi, lo único que he recibido han sido malas contestaciones y miradas de odio propias de psicópatas. Estas dos mujeres me detestan, lo sé, y el sentimiento es mutuo. Fue una decepción comprobar que mis vecinos eran tan groseros. Pero a todo te haces, y yo paso de enfrentarme a ellas porque no consigo más que malas caras y tragar bilis.
Antes me afectaba no poder formar parte de el grupo, ahora ya no (¡¡qué va!!). Les observo desde mi balcón y pienso mientras sonrío:  “Allá va la psico-panda!"





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