Yo tengo
perro, y voy cargada siempre con mis bolsitas recoje-cacas. Qué menos. Pero soy
de las pocas que lo hacen, la mayoría de la gente (y hablo de los vecinos de mi
bloque y de los colindantes) llevan a los perros sueltos por el paseo de la
playa, dejando que hagan sus necesidades donde les apetece y sin preocuparse de
deshacerse de ellas. Se ve que les da lo mismo que todo huela a mierda.
Hay un grupito
que lleva a los perros en manada. Alguno de ellos sí cumple con su deber
cívico, pero otros no y yo los tengo calados. Hay dos señoras, y las llamo así
porque de alguna manera he de referirme a ellas, que dejan que sus animales
campen a sus anchas no sólo esparciendo deshechos por doquier, sino destrozando
bienes comunes como papeleras. No hay forma de que aten a sus perros, yo al
menos ya he desistido de intentarlo, era demasiado para mi, lo único que he
recibido han sido malas contestaciones y miradas de odio propias de psicópatas.
Estas dos mujeres me detestan, lo sé, y el sentimiento es mutuo. Fue una
decepción comprobar que mis vecinos eran tan groseros. Pero a todo te haces, y
yo paso de enfrentarme a ellas porque no consigo más que malas caras y tragar
bilis.
Antes me
afectaba no poder formar parte de el grupo, ahora ya no (¡¡qué va!!). Les
observo desde mi balcón y pienso mientras sonrío: “Allá va la psico-panda!"
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