martes, 22 de septiembre de 2015

Ruido, ruido, ruido

 

Siguen las tareas de remodelación de la fachada de mi casa y esto parece ahora, como me ha dado por pensar, el “paraíso en obras”. Todas mis increíbles vistas están eclipsadas por andamios y por una malla color violeta que han puesto como protección. Y justo a la altura de mi piso han puesto una pancarta que anuncia la empresa encargada de las faenas. No me quejo, que conste, porque me quita un poquito del sol del que antes me protegían los toldos que retiraron el viernes pasado. Uf, qué jaleo.

Mi nueva rutina diaria es la siguiente: me levanto temprano y desayuno, para poder hacerlo sin sentirme observada; luego, cuando todo está ventilado, cierro el balcón y las ventanas para que no entre nadie y saco a pasear con el perro. Para cuando vuelvo, los obreros ¡ya están aquí-í! Y comienza la diversión: vocean, pican, martillean, taladran y perforan, sobre todo perforan; y Fibi ladra, que es lo suyo, para unirse a la banda sonora de mi vida actual. Así paso toooodo el día, menos a la hora de comer que me dejan descansar y puedo abrir un poco las ventanas. De noche también tengo que tener cerrado, porque puede entrar toda clase de “basura”, incluso de la de dos patas.

 ¡Con el calor que hace todavía y yo aquí encerrada! Y es que si abro se me cuelan cascotes y polvo, amén del estruendo de los trabajadores, que me provoca un dolor de cabeza colosal. Y de espalda, porque me toca volver a limpiar todo lo que había limpiado ya. Si quisiera podría estar así todo el día, pero no quiero. No me apetece entrar en esa clase de bucle, los bucles…  para el pelo.

Para más INRI,  como esto son todo  cristaleras, estoy con las cortinas corridas para concederme un poquito de intimidad. Y ni por esas porque mientras escribo aquí pegada a la ventana me ven a través de los visillos (y también yo los veo ir y venir de arriba abajo, como hormiguitas trabajadoras… o como zánganos… por el ruido que hacen y, además, porque se lo toman con una calma que pa’ qué).

Me quedan dos meses como mínimo de tortura, ya veremos cómo me las arreglo. Por ahora llevo ya unos días prácticamente confinada en el dormitorio. En una entrada anterior  hablaba de mi apartamento de 44m2 y de las cosas a las que había renunciado para vivir en él. Ahora podría comentar sobre lo mucho que se puede hacer en una sola habitación. Y es que el que no se conforma es porque no quiere.

Y mientras escribo continuo escuchando el ruido, más ruido, siempre ruido.
 
 
Imagen tomada de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarla del blog.

2 comentarios:

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