Me quejo
mucho, y no sin motivo, de lo excéntrica que es mi perrita. Entre otras cosas,
tiene verdadera fobia a los ruidos. Por ejemplo, no aguanta el sonido de la
tele. En cuanto la enciendo se marcha cabizbaja a esconderse en el baño o debajo
de la cama. Pero no termina ahí la cosa, ahora ya se va si ve que toco el cajón
donde guardo el mando de la TV, aunque no la encienda o lo coja siquiera. Lo mismo
sucede si uso la Nintendo: en cuanto oye el clic que hace la maquinita cuando
la abro, desaparece de mi vista… ¡aunque uso auriculares! Ocurre igual si pongo música o enciendo el
ordenador, cojo el MP3 e incluso cuando
estoy leyendo un ebook, que no suena en absoluto.
Al principio
pensé que mi mascota tenía aversión a la tecnología, pero me di cuenta de mi
error cuando observé que se marchaba si me ponía a hacer un crucigrama. Así que
eso me lleva a la conclusión de que Fibi no le tiene fobia al ruido, sino a que
yo me entretenga sin ella. Es desesperante, coge una manía y de ahí no la
sacas. No sé a quién se parecerá este bicho…
Desde que
empecé el blog no pienso (casi) en otra cosa. Se me ocurren a cada instante
aspectos que podría mejorar (y si no se me ocurren, los busco en la web),
entradas que podría compartir, fotos que me gustaría colgar y un laaaargo
etcétera. Fijaos si será “largo” el “etcétera” que desde hace dos días se me olvida que tengo
que cenar. Y es que cuando algo llama tanto mi atención me absorbe de tal modo
que todo lo demás se queda en un discreto segundo plano, hasta la comida o
incluso el sueño (efectivamente, tampoco duermo mucho que digamos).
Ayer me pasé
toda la tarde redactando la entrada, escribiendo y mirando en Internet ideas
para blogueros sobre cómo insertar nuevos gadgets y demás. Y me di cuenta de la
hora que era cuando mi perra me reclamó su cena. ¡Se me pasó el tiempo volando,
y es que cuando cojo una manía…!
Fibi reclama
mi atención con ladridos. Que quiere jugar, me dice. Que me aleje ya del
ordenador, especifica. ¡¡¡Uff, que maniática es!!! (¿A quién habrá salido?)
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