¡Tengo
goteras! (duda existencial: ¿por qué yo, por qué a mí?) y eso ha supuesto meter
en mi vivienda primero a mi vecino de arriba, luego al perito de su compañía de
seguros – ambos con cámara en ristre –, y después a los trabajadores que tengan
que arreglar los desperfectos.
Ayer apareció
el pintor de la compañía y se me metió en el baño que acababa de limpiar, y es
que gracias a mi memoria de pez había olvidado por completo que me visitaría al
mediodía. Me pilló justo, justo a la hora de comer. Me había preparado una
pechuguita de pollo a la plancha, que por suerte ya había ingerido, y una
deliciosa y copiosa ensalada que acabé de deglutir como un auténtico pavo en
menos de un minuto (y eso que llevaba hasta aceitunas con hueso), es decir, el
tiempo que tardó el buen hombre en llegar desde la portería hasta la puerta de
mi casa Todo un récord, mi plusmarca personal.
Después de
media hora de “madresmías” y “pordioses” conseguí que me explicara que la filtración ha
sido importante y, mientras repetía una y otra vez meneando la cabeza con
resignación “el techo está fatal” y “se le va más del cincuenta por ciento” comprendí
que primero habría que quitar la capa de pintura estropeada y dejar que se seque
todo antes de poder remozar y dar una nueva mano.
Entonces le dio
una especie de subidón de autoestima y se presentó a sí mismo como “todo un
profesional” y “una especie en extinción”. Según él, la mayoría de sus colegas
pintarían sin dejar secar, con lo cual sólo se consigue un apaño temporal, pero
él no. Él es de la opinión de que, si hay que hacer algo, lo mejor es hacerlo
bien desde el principio.
Una vez
aclarada su filosofía vital, me dijo que
tenía que marcharse a por sus herramientas para empezar la faena. ¡Qué bien! –Pensé
– ahora se traerá una súper lijadora o algo por el estilo y me lo arreglará en
un tris. ¡Ja! Casi me da un ataque cuando vi a lo que se refería: en un bote vacío de pintura de tamaño mediano traía
una rasqueta, un trozo de esponja y el cepillo de una escoba. De eso me había
estado hablando. ¡Ah, sí, y la escalera! Una de madera, de dos peldaños,
bastante más pequeña que la que yo tengo en casa y que le acababa de ofrecer.
En fin, dicen
que si la vida te da limones hagas limonada, y yo saqué de bueno de la
situación que al menos pude charlar y reírme un rato, lo que no me vino nada
mal. Desde luego, esto está muy lejos de ser una crítica o una queja. Este
señor sí parece ser un “mirlo blanco” porque lo hizo todo bien, rápido y de
forma muy profesional y limpia, lo cual agradecí infinito. ¡Si hasta me quería
pasar el mocho después de barrer! Y,
después de todo, no le hizo falta más que su rasqueta, su cepillo de escoba y su
esponja para dejarlo todo bien terminado. Ahora sólo queda esperar los quince
días de secado como mínimo y aguantar con
más del setenta y cinco por ciento del techo de mi pobre baño
despellejado.
¿De qué me quejo
entonces? De que estoy invadida, porque primero fueron las dichosas hormigas, luego
los obreros que arreglan la fachada y ahora los que en unos días tendré también
desfilando dentro de casa. A ver si voy a tener que cerrarla por derribo, como
hizo Sabina con su corazón…
¡¡¡Ay, cuánto echo de
menos mi intimidad!!!
Imágenes tomadas de la red. Si el autor lo solicita, procederé
a retirarlas del blog.
Desde luego llevas una temporada que jeje,todo es invasión de tú casa, ay señor, pero bueno al menos ves el lado positivo de todo y es que te distraes hablando y al menos te lo dejan bien, de modo que al mal tiempo buena cara, espero que tanto la fachada de tú casa como la gotera acaben lo mas pronto posible, y te dejen tranquila . y eso si tienes suerte de topar con alguien que lo deja todo decente y bien, me alegro porque hoy día eso es difícil de encontrar. Gracias por hacerme reir y pasar un rato divertido, eres genial, bueno ya te lo he dicho muchas veces. besos. tere
ResponderEliminarUff, mil gracias por tus buenos deseos, pero esto va para rato. Me alegro mucho de haberte hecho pasar un rato divertido, esa era la intención. Gracias por leerme. Besitos
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