No iba a
sentarme más delante del ordenador por hoy, pero al final me han traído
“trabajo” y aquí estoy. Mi tía, vecina y ex casera (le compré mi apartamento a
ella) me ha pedido que le haga las copias de seguridad de su ordenador y que le
pase de un disco duro a otro todos los documentos que tiene. Sin especificar el
tipo de documento, seguro que me lleva más de diez horas. Lo hago de mil
amores, poder ayudar a alguien a quien quiero siempre me satisface.
Lo malo es que
eso de poner a hacer la copia sin más no va conmigo. Veo el ordenador
encendido, trabajando solo y me digo “vaya pérdida de energía, de tiempo y de
luz”. Y aunque en realidad no lo sea, puesto que trabajar trabaja y mucho, prefiero estar haciendo algo
mientras espero así que me siento delante de la ventanita mágica que me conduce
a otros mundos, unos propios como este blog que escribo, dirijo y modifico casi
a diario desde que lo cree, y otros ajenos, como las maravillosas páginas que
puedes hallar diseminadas a lo ancho y largo del ciberespacio.
Me gusta mirar
todo tipo de webs, saltar de una a otra dejándome llevar por mi intuición. (Me
pasa igual con los diccionarios, me fascina ir de vocablo en vocablo,
sorprendiéndome con su etimología o simplemente con su sonoridad. No importa si
el diccionario es de castellano, francés o inglés. El resultado es siempre el mismo:
entretenimiento asegurado durante horas. Mira que me salgo barata.)
Puedo pasar
horas mirando fotos de animales, leyendo reseñas de libros y películas,
gugleando a los actores que me gustan, cotilleando las nuevas series que emiten
en TV o buscando antiguas muñecas recortables. Si de niña me hubieran dicho que
existiría Internet, jamás lo hubiera creído posible y eso que siempre he tenido
una gran imaginación.
¡Tenemos
prácticamente todo el universo a sólo un click de distancia! Aunque no pretendo
decir que sea igual de fascinante puedo, ahora mismo desde el salón de mi casa,
visitar el museo del Louvre (por cierto, me lo perdí cuando estuve en París,
sólo lo ví por fuera) o dar un paseo por la Isla del Príncipe Eduardo. Escuchar
un concierto al que no pude asistir, ver las fotos de unos amigos que están de
vacaciones, o simplemente buscar alguna manualidad divertida e incluso recetas
para hacer la comida de mañana. Todo. Suena rotundo, pero es así.
¿Y por qué
contaba yo esto? Ah, sí, porque me han
traído trabajo y me da coraje que el ordenador se divierta solo. Pues nada, a
navegar por la red se ha dicho.
Buenas noches a todos
Buenas noches a todos
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