Hoy he estado
limpiando las dos vitrinas que tengo aquí en el salón. Bueno, llamar así a esta
habitación es pura ironía, pues es tan pequeña que no me cabe ni una mesa para
comer. Pero ¿qué importa, si estoy tan contenta en ella?
Me ha dado por
recordar lo mal que lo pasé con la mudanza, bueno, con todas ellas. En cada una
tuve que desprenderme de objetos a los que tenía aprecio, pues pasaba de una
casa grande a otras cada vez más reducidas, pero la última fue la peor… o la
mejor, ya no sé que pensar. Me trasladé a esta casa, de 44 m2 , y eso
suponía renunciar a muchas cosas, pero me di cuenta de que no dejaban de ser
eso: cosas. Y tener que despedirme de ellas me hizo darme cuenta de que, si
podía vivir sin ellas, es que no tenían la importancia trascendental que yo les
atribuía.
He podido no
obstante conservar mis libros favoritos y los recuerdos que realmente me
importan y el resto… en fin, disfruté de ello en su momento y ahora me toca
vivir otra etapa de mi vida. Creo que en ésta estoy empezando a dar menos
importancia a los aspectos materiales y mucha más a aquello que me hace sentir
bien a mí y a la gente que me importa. En esta casa, diminuta pero tranquila,
me siento cómoda, segura y muy dichosa y creo que los que me visitan asiduamente
también se sienten del mismo modo. No necesito grandes cosas, ni para cuidar de
ella ni para sentirme a gusto. Tengo una cómoda tumbona en la terraza y todo un
mundo azul rodeándome ¿Qué más puedo pedir?
si la casa es pequeña y no tienes mucha familia o vives sola es suficiente. Cuanto más metros de casa se tiene mas se llena y más cuesta a limpiar. Un abrazo.
ResponderEliminarVivo sola, con mi perrita, aunque siempre tengo gente acoplada aquí o sea... ¡¡lo tengo todo!! Mil gracias por tu visita, María del Carmen. Un beso enorme
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