sábado, 3 de octubre de 2015

El berrido huracanado

 


Cerca de mi casa vive una señora que saca a pasear a sus mascotas, todas las mañanas, a la misma hora que yo. Lleva a un perrito chiquitín, atado,  que es  ladrador, insurrecto y tremendamente enojoso. También lleva a uno grande que siempre va suelto y que, si bien no ladra, es tan huraño como su compañero.  La dueña, cuyo nombre omitiré por razones obvias, tiene el mismo carácter que sus animales de compañía, así que cuando nos los tropezamos le digo a Fibi: “Mira, tres chuchos paseando juntos”.

Desconozco el apodo del perro enano, pero el grande tiene un nombre simple y fácil de recordar: “Blanco”. ¿Por qué se llama así? Pues porque la dueña tiene de original lo que yo de ingeniero nuclear: el animal es de ese color. Punto. ¿A que mola?

El chiquitín es el primero que ladra cuando Fibi y yo nos cruzamos en su camino. Y no sólo ladra, se lanza a atacar y arrastra a la dueña tras de sí. Y, encima, incita al grande. Y entonces es cuando realmente comienza la diversión porque, aunque con los animales puedo lidiar, lo que no soporto son los gritos de la señora, que vocifera con todas las fuerzas de sus pulmones: “¡Blaaaancooooooo! ¡Blaaaaaancooooo!” Y para colmo de males usa un tono de ultrasonido que reverbera en mis tímpanos y los deja insensibles durante al menos un cuarto de hora. Os preguntaréis si hace algo más (y si no os lo preguntáis da igual, yo os lo cuento de todos modos). Pues no. Solo aúlla, debe pensar que con eso interviene lo suficiente.

No culpo a los animales, creedme. ¡Pobres bichos! No me extraña que estén desquiciados con la falta de disciplina que tienen, a mí también se me iría la pinza si me dieran órdenes contradictorias todo el rato. Y no pretendo haceros creer que Fibi es un modelo de virtudes, yo tampoco soy la mejor ama el mundo, pero al menos yo la llevo atada y controlo lo que hace o por lo menos lo intento, y lo primero es llevarla siempre con su correa.

 Son pocos minutos los que estamos juntos, pero intensos. El perro pequeño se calla una vez cumplida su misión que no es otra que provocar a los demás, y deja de tirar de la cadena. En ese momento su ama empieza a caminar a largas zancadas pero con parsimonia, acompañando cada dos o tres pasos con uno de sus berridos huracanados. “¡Blaaaancooooooo! ¡Blaaaaaancooooo! ¡Blaaaaaancooooo!”

Cuando llego a casa aún puedo oír su voz a lo lejos, y sé con certeza que habrán encontrado a otro a quien molestar.
 
 

 
Imágenes tomadas de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarlas del blog.

6 comentarios:

  1. Desde luego esta claro que como tú bien dices, los animales no son si no el reflejo de su dueña, y la verdad aunqeu imagino yo que intentar que un animal no ataque por muy pequeño que sea, se podra conseguir, pero claro me da la sensación de que la dueña no tiene mucho interes por lo que se ve. Y desde luego berrear no creo que sea la mejor solución. besos. tere

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    1. Y que lo digas. Con los berridos solo consigue alterar a los bichos... y a mi

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  2. Yo soy más de gatos, incluso uno q tuve le gustaba dormir encima de mi cabeza, aun no se porque. .seria q lo veía todo blancoooooo

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    1. Yo también he tenido gatos. Son una pasada, el carácter es especial, ELLOS son los amos. Tu gato estaría a gusto en tu cabeza, digo yo, si no te aseguro que no se pondría. Mi gata Mina se me metía dentro de la cama y se ponía justo a los pies. Pa que veas que para gustos los colores. Gracias por pasarte..

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  3. Tienes razón en que esto ocurre por la calle con muchos perros. La gente que tiene perros pequeños cree que no importa llevarlos sueltos cuando en realidad muchas veces son estos perros, que a veces son muy dominantes, los que desencadenan los conflictos. Y si sufren el ataque de otro perro más grande, que si va atado, deberían asumir que la culpa es suya. La ley dice que los perros deben ir atados.

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    1. Algunos amos también deberían ir con cadena... y bozal!!!

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