El otro día
leí en el blog de Eva Figueroa (“Nariz de chocolate”) que le gustaban las
regalices rojas y al dejarle mi comentario recordé una anécdota de cuando era
pequeña.
Siempre me ha
gustado las chuches y las regalices rojas eran mis favoritas, aunque también me
encantaban las negras, las juanolas, unas pequeñitas que llamaban
“hormiguitas”, los ositos, espirales y hasta la regaliz de palo (es decir, la
raíz seca de la planta, que está buenísima).
Un día, no
recuerdo el motivo aunque seguro que lo habría, mi madre me castigó sin tele y
sin chuches. Lo primero no tenía más remedio que acatarlo pero lo segundo… en fin, sólo se es niño una vez. Convencí a
Quique, mi hermano pequeño, de que saliera a comprarme todas las regalices
rojas que le dieran con el dinero que tenía, no estaba segura de lo que iba a
durar el castigo y quería tener algunas de reserva. Y mi hermanito, muy
obediente, fue hasta el quiosco y me trajo a casa, de contrabando, doscientas regalices
rojas (en sus cajas y todo, el quiosquero hizo su agosto aquel día). No tuve que preocuparme ni de esconderlas,
porque como soy así de bruta, me las llevé a mi cuarto y me las comí todas de una sentada, una tras otra,
sin prisa pero sin pausa… y claro, me puse malísima. Mi madre no sabía lo que
pasaba hasta que empecé a vomitar pedacitos rojos de la chuche sin digerir.
Estuve así toda la tarde, y me acosté sin poder cenar, con el estómago totalmente estragado. Mi madre no me
riñó ni un poquito, supongo que creyó que bastante escarmiento tenía con el mal rato que
estaba pasando.
Bueno, pues
¿creéis que después de eso les cogí manía a las regalices? ¡¡¡Ni en broma!!! A
los dos días (y no es una expresión, fue ese tiempo exacto que me llevó
reponerme) ya estaba devorando con la avidez de siempre mi golosina favorita.
Quería haber comprado un buen montón de regalices para ilustrar esta entrada, pero conociéndome como me conozco, sé que no hubieran llegado a casa desde la tienda... ¡¡me las habría comido todas por el camino!!
Feliz viernes a todos, que tengáis un maravilloso fin de semana.
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Fotografía de la red. La eliminaré del blog si el autor lo solicita. |
Guau, qué recuerdos me has traído, Chari, yo también era de regaliz aunque prefería el negro. Mi madre nunca me los compraba, era mi padre el que, de vez en cuando, me daba ese capricho; solía ser los domingos cuando me llevaba de paseo al parque.
ResponderEliminarGracias por despertar mi memoria, Chari.
Un beso.
A mi también me gustaba el negro, me daba por temporadas, unas comía del rojo sin parar y luego me pasaba a las barritas duras o a las hormiguitas... se me hace la boca agua de pensar en ellas. No he vuelto a encontrarlas, ni a probarlas tan buenas. Un beso enorme, Kirke
EliminarYo también era de regaliz!!! Y de muchas chuches, hice una entrada con mis chuches favoritas.
ResponderEliminarMe ha encantado imaginarte en la habitación comiendo los regalices uno tras otro,jejejejeje.
Ayyyy, tuve una temporada de vicio total con las Juanolas y los ositos.
Un besito Chari, me ha encantado leerte y muy feliz finde.
¡¡¡Tengo que ver esa entrada!!! Me encantaban casi todas, pero la regaliz, junto a las pipas, era mi gran pasión. ¡¡Qué tiempos!! Ahora cuando tomo chuches me dan remordimientos de conciencia, jajaja.
EliminarUn beso enorme y feliz finde, Gema
Yo nunca fui muy aficionada a las chuches, salvo las pipas... y el regaliz negro, pero el duro. Aquellas barras negras como la pez y duras como piedras que había que ir chupando y te dejaban la lengua negra. Muchos años después he vuelto a verlas en los kioskos (me imagino que nunca dejaron de existir, pero hasta que tuve a mi hijo pequeño, no volví a bucear en el mundo de las chuches), pero ya no tenían el mismo sabor ni parecido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ufff, a mi también me volvían loca las pipas... pero tanto que dejé de comerlas porque se convirtieron en una adicción peligrosa y no las pruebo porque no tengo medida. Es verdad que las regalices no saben igual que las de antes, yo también noto la diferencia. Los mejores dulces que he comido en mi vida eran unos caramelos "artesanos" que hacía un señor en su casa y nos los vendía en un carrito a la puerta del colegio... estaban de muerte. Y jamás he vuelto a probar algo tan delicioso.
EliminarMil besos, Rosa
Jajaja, qué tendrán para que después del empacho reincidieras a los dos días. Yo he sido más raro y siempre he preferido el regaliz negro y el de palo o "paloduz", que me traía mi abuelo del campo.
ResponderEliminarSaludos!
Es que soy recalcitrante y tozuda, no cedo así como así, jejeje. El regaliz de palo también me gustaba, tanto que llegué a hacerme llagas en la boca de tanto chupar la dichosa raíz... soy un caso.
EliminarUn beso enorme, Gerardo
Me encanta el regaliz, es de las mejores chuches que hay.
ResponderEliminarMenudo atracón, jiji me has hecho reír imaginandote atiborrandote de chuches.
Un besillo.
Mientras me atiborraba fue divertido... ¡¡¡qué ricas estaban!!! Pero lo que vino después fue tremendo, la anécdota es conocidísima en mi casa, jajaja
EliminarMil besos, María
Su historia me trajo recuerdos de "caramelos de peniques" para mí. Para la enorme suma de cinco centavos que podía comprar lo suficiente para mantenerme ocupado durante al menos unos minutos. Uno de mis favoritos fue la forma como las monedas que fueron llamados "dólares regaliz rojo al rojo vivo." Un día, los dólares recogieron un poco de sal de la gran pretzel centavo que había en la bolsa y me descubrieron un nuevo sabor que me encantó. Gracias una vez más, Chari, y tienen un fin de semana maravilloso!
ResponderEliminarHola, Paula. Me has recordado con tu historia que yo también compraba un montón de carmelitos por "1 peseta" (antigua moneda española, que correspondería a 0'006 céntimos de euro), exactamente me daban 40 caramelitos, pequeñitos pero deliciosos, y así me llegaban desde la parada del autobús hasta casa ;)
Eliminar¡¡Qué buenos tiempos estoy recordando hoy!!
Feliz viernes, Paula, y un maravilloso fin de semana
Recuerdo yo de regaliz muy bien cuando era una niña. Me encantó la materia. Me encantó trata de dulces, hasta que llegué a alrededor de 20 años, he desarrollado e intolerancia a los dulces. Yo sólo comer pero muy poco dulces ahora, en su mayoría sólo en mi café, la mitad de una cuchara de té completo. Pero yo uso para el amor de regaliz en cualquier forma o modalidad. Yo también deseo un feliz fin de semana querida amiga
ResponderEliminarDe pequeña yo también tomaba mucho más dulce que ahora, la mayoría de las veces a escondidas, mi madre ni se enteraba porque lo compraba a la salida del colegio con el dinero que me sobraba del autobús. Es una lata lo de las intolerancias alimentarias.
EliminarUn beso enorme, Cindy, feliz fin de semana
jajaja tu madre no te riñò porque con ese dolor de panza que te habrà dado, seguro era suficiente castigo. Què risa las ocurrencias de una pequeña.
ResponderEliminarSí, bastante tuve con lo mala que me puse... era como para cogerles asco, pero no fue así, me siguen encantando las regalices.
EliminarUn beso enorme, Arethusa
¡Qué divertida entrada! hablando de una de nuestras debilidades infantiles, ¡las chuches! Me ha hecho mucha gracia imaginarte dándote ese atracón de chuches sin prisa pero sin pausa...ja,ja,ja,ja Lo malo es que luego el cuerpo pasa factura y no te libras del susto, pero de todas formas ¡que te quiten lo bailao! ¿verdad?... De pequeña también me gustaba comer pipas, cacahuetes, palomitas de maiz, manzanas caramelizadas de esas de color rojo y regaliz de palo...¡ahhh y capítulo apare el chicle! (aunque este ya lo he dejado definitivamente por infinidad de problemas que puede tener para la salud).
ResponderEliminarUn besazo enorme y ¡feliz fin de semana!
¡¡¡Qué buenas las manzanas de caramelo!!! Yo también las comía, se las compraba a un señor que las llevaba en un carrito y se ponía a la entrada del cole, me volvían loca. Y las palomitas, y las pipas. El chicle también, pero hace siglos que no tomo, ya casi no me gusta.
EliminarUn beso enorme, Estrella, feliz fin de semana
Eres increíble, creo que te inventas todo lo que cuentas, no es posible tanta travesura junta en una niña tan pequeña. Eras mariquita terremoto.
ResponderEliminarTanta chuche no puede ser buena aunque tiene sus ventajas: El adquirir esa dulzura que te caracteriza.
Besos y buen fin de semana
¡¡Qué va, todo es verídico!! Os he contado unas cuantas travesurillas en toda una infancia, si era de lo más tranquila, de verdad.
EliminarEn casa, mis tres hermanos y yo, siempre estábamos ideando juegos y travesuras, pero todas muy "light". Lo que no se le ocurría a uno, se le ocurría al resto, jejeje
Un beso enorme, Francisco y feliz finde
Qué buenooo!! Con las ganazas de gomis que tengo yo ahora mismo....
ResponderEliminarY no te castigaron?? después del empacho y la vomitona, claro, jajajja.
Besotes
Llevo con antojo de regaliz desde ayer, jajaja. No me castigaron porque con lo mal que lo pasé se suponía que tenía que haber aprendido la lección. Lo cierto es que a pesar de que me encantan, nunca he vuelto a tomar tantas de una vez. Algo aprendí, jeje.
EliminarMil besos, feliz fin de semana
Un empacho por comer algo que tanto gusta, merece la pena un poquito de malestar después.
ResponderEliminarA mi también me gustaban una barbaridad, ahora controlo, también tuve un escarmiento parecido jajaja pero me siguen gustando, y es que están buenísimas. Tu madre obró con mucha sabiduría al no regañarte.
Me leí con un buen sabor de boca tu entrada de hoy, Chari.
¡Un montón de besos!
No fue un poquito de malestar, me puse malísima, jajaja, pensaba que no volvería a comer jamás. Yo también creo que mi madre hizo lo mejor, la verdad es que aunque seguí comiendo chuches me moderé un montón.
EliminarMe alegra haberte dejado con buen sabor de boca, Mila. Un beso enorme y feliz fin de semana
Tratando de ser positivos, lo mejor de la experiencia es que no les tomaste "asco" a los regalices rojos :D Yo de niña me puse malísima una Navidad comiendo bolitas de coco bañadas en chocolate y nunca más he podido volver a probarlas :(
ResponderEliminarNo me puedo creer que te comieras toda esa cantidad de regalices, aún estoy "a cuadros" jajajjaja. Como dice Francisco, eras una niña la mar de "movidita".
Una entrada súper divertida, Chari. Gracias por las risas!!
Un beso grande y feliz finde :))
Pues no les cogí asco, sin embargo no puedo ni oler la leche condensada, porque de niña me comí un bote entero y también me puse fatal, la aborrecí para siempre :(
EliminarDe verdad que no era tan movidita, mi madre se partiría de risa si os leyera, estas son las excepciones, siempre fui muy tranquilita.
Mil besos, Julia y feliz fin de semana
Yo prefiero las chuches saladas a las dulces, pero esas regalices me han provocado con esta entrada y los comentarios jaja
ResponderEliminarAhora yo también soy más de saladas que de dulces, pero las regalices siguen entusiasmándome, qué ricas.
EliminarMil gracias por tu visita y tu comentario. Besos y feliz fin de semana
He cogido tantos empachos de chuches que no puedo ni contarlos. Incluso de mayor! Yo también adoro el regaliz, sea cual sea: rojo, amarillo, negro... incluso con sal! Esa fue una de mis sorpresas cuando viajé a los países nórdicos. Regaliz negro salado. Tiene su punto.
ResponderEliminarGracias por traerme los recuerdos de la infancia... Un beso.
Ayyyy, eso quiero probarlo, tiene que estar de muerte. Se me hace la boca agua de pensarlo, te lo juro, jajaja.
EliminarUn beso enorme, Elisenda. Feliz fin de semana
Jajaja. Siempre divirtiéndonos y alegrándonos el día con tus anécdotas. Muy buena esta historieta. A mí también me encanta el regaliz y de chaval iba siempre con una de palo en la boca hasta que parecía un estropajo. Hasta en clase! Siempre recordaré aquel profesor de matemáticas de primero de bachillerato (yo tenía diez años) que, repartiendo las notas del primer examen trimestral, se dirigió a mí, que estaba sentado en las últimas filas, diciendo: "Panadés, deje de masticar raíces, que tiene un 2", jeje
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajaja, menudos éramos. Yo llegué a tener llagas una vez en la boca a cuenta de la regaliz de palo, jeje. Y es que siempre he sido un poco bruta a la hora de comer, al menos de comer chuches (de pequeña, se entiende).
EliminarUn beso enorme, Josep, gracias por compartir tu anécdota.
Ay Chari! A mí me pasó algo parecido con plátanos. Lo cierto es que nunca he sido muy "dulcera", sino más de patatas y guarrerías saladas de bolsa. Pero un día que la peluqera fue a mi casa, aproveché para comerme solita un kilo de plátanos. Tampoco, sin embargo los he aborrecido.
ResponderEliminarUn besote.
A mi ahora también me pasa , que soy mas de salado. A mi tía MariLola le pasó lo que a ti, que se pegó un atracón de plátanos, lo que sucede es que ella sí que los aborreció, a saber los que se comería... se nota que salí a ella, que era mi madrina? jajaja
EliminarUn beso enorme, Macarena
Muy bueno Chari,
ResponderEliminarA pesar de que el dulce no me gusta mucho, las chuches me encantan y las rojas...las sigo comprando
¿Para los niños? si y para mi y a ver quién las acaba antes jajaja
Aunque afortunada, no he tenido nunca un empacho.
Un beso
Es que la burrada que hice de tomar tantas de golpe no se le ocurre a nadie. Al menos no las aborrecí, creo que de las chuches que tomaba de niña esta es la que más me ha gustado siempre, incluso ahora. ¡¡Qué ricas!!
EliminarMil besos, Conxita
Jajajajaja OMG madre mía, eres el monstruo de los regalices :D Yo por suerte nunca he sido muy fan de las golosinas... en cambio soy un verdadero animal comiendo chocolates xD
ResponderEliminarYo de pequeña era el monstruo de las chuches, no discriminaba: regaliz, chocolate, galletitas, caramelos, chicles, pipas... era clienta Vip del quiosco (en serio, los dueños eran dos viejecitos y me adoraban). ¡¡Y no, con lo que consumía!!
EliminarUn besote, Holden
Madre mía, menudo empacho te pillaste pero por que no andaba por allí por que seguro que la hubiésemos compartido son mis chuches favoritas, siempre tengo alguna por ahí de estrangis jajajaja. De verdad siempre sabes como sacar una sonrisa a la gente eres estupenda. Feliz fin de semana.
ResponderEliminarMe alegra de corazón haberte hecho sonreír, estas anécdotas también me dejan un agradable sabor de boca, son buenos momentos, y tan ricos como las regalices.
EliminarMil besos, Mariola
Jo! 200! Me encantan! Soy adicta, de verdad! Pero es increíble que pudieras!. Y no me extraña que tu madre no te riñera, pero lo más increíble es que a los dos días volvieras a caer en la tentación porque suele pasar que se le pilla manía a lo que te hace vomitar... Aunque la verdad... están tan buenas. En mi primer embarazo salíamos a caminar todos los días un paseo largo, largo, y yo pensando en el quiosco que había al final con bolsitas de regalices :). Y ahora... Pues un libro, unas regalices, y unos minutos para mí... es el cielo!. Un besito Chari.
ResponderEliminarPues pude, pero ya ves los resultados :)
EliminarY si que es raro que no les cogiese manía, a la leche condensada sí se la tengo, porque también de niña me comí un bote entero, de los grandes. Aún sigo sin poder probarla, la huelo y me pongo mala.
Un beso enorme, Eva
Menuda rabieta que te pillaste con el castigo de tu madre, Chari, jajaj comiste regaliz como si no hubiera un mañana.
ResponderEliminarA mi las chuches nunca me emocionaron, salvo las piruletas esas en forma de corazón y el regaliz que me encanta en todas sus variantes ;)
Muchos besos
¡¡¡Uyyy, qué ricas las piruletas!!! A mi sí que me gustaban las chuches, mucho más de niña, claro, pero las regalices son un amor que ha perdurado a lo largo del tiempo, qué bien que no las aborrecí, jeje.
EliminarMil besos, Erika
Yo vivía un poco lejos para poder llegar a comprar las "chuches" de aquel tiempo,pero cuando podía iba al azucarero,por supuesto sin ser visto.
ResponderEliminarSaludos.
Uy, sí... el azucarero de mi casa también estaba siempre en peligro de ser vaciado, jajaja.
EliminarUn beso enorme, gracias por tu visita y tu comentario