En el comedor
de mi colegio había una ventana que daba a una pequeña zona vallada, a la que no
teníamos acceso los alumnos, en la que siempre había dos perros que estaban
gordísimos. Los pobres animalitos estaban encerrados en un espacio bastante
pequeño aunque la falta de ejercicio no era el factor que más influía en su
obesidad, qué va, es que se comían todo lo que mis compañeras y yo les
arrojábamos a través de la cristalera.
Cuando la
monja que nos vigilaba se volvía, era cuando comenzaba nuestro deporte
favorito, el lanzamiento de albóndigas (o de filetes rusos, dependiendo del día). Los proyectiles
cárnicos, tan duros como balas, silbaban mientras recorrían de punta a punta la
sala para llegar hasta las fauces de los orondos canes. No es de extrañar que,
cuando nos veían a través de los pequeños huecos que había en la valla, nos
movieran el rabo con desaforada alegría.
Un día
pillaron a una de mis compañeras de comedor porque, en su precipitación por
deshacerse de las albóndigas que le habían puesto, no se dio cuenta de que la
ventana estaba cerrada y acabó estrellando sus “proyectiles” contra los
cristales. Al parecer, las monjas se habían esmerado más de lo acostumbrado en
la limpieza ese día.
Todas las
alumnas nos llevamos una buena reprimenda, sobre todo la pobrecita a la que
cogieron con las manos en la masa. A partir de ese día, las hermanas
controlaron un poco más esa zona del comedor, aunque los perros siguieron igual
de “bien alimentados” pues, como niñas curiosas y traviesas que éramos,
acabamos por encontrar un agujerito en la valla por donde seguir pasándoles
comida de contrabando.
Estaríais muertas de hambre ¿No? en comparación con los perros.
ResponderEliminarLa verdad es que estos recuerdos de la infancia le llenan a uno-a de pequeñas sonrisas que nos retrotraen a tiempos felices, en los que cualquier situación era excusa para juego y risas.
Gracias por compartirlos con nosotros.
Besos
Uff, yo por entonces no comía nada. Hasta pillé una gastritis porque comía un montón de chuches, me escapaba del cole para comprarlas ;)
EliminarMe alegra que estas anécdotas, que me traen tan buenos recuerdos, os gusten tanto. Un beso enorme
Jajajaj, me imagino a los perros fondones y vosotras delgaditas como niñas de posguerra.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, ya sabes que me encanta leer tus historias del cole.
Besitos.
Los perros estaban mejor alimentados que nosotras, de verdad... pobrecillos, se lo comían todo, jajaja, y mira que los filetes estaban duros.
EliminarMil besos, Gema, me alegra que te gusten mis anécdotas.
Me has dejado con la sonrisa puesta, Chari, porque sabes contar las cosas con gracia. Cuando he leído el título pensaba que sería algo metafórico, y más real no podía ser, ¡qué felicidad la de los perros! ;-)
ResponderEliminarBesos
Uy, los perros nos adoraban. Yo creo que las monjas no les ponían de comer, tenían más que de sobra con lo que les caía de lo alto, jajaja.
EliminarUn beso enorme, Chelo, mil gracias por tu comentario
Que utilizo para llevar las cosas con yo para alimentar a los animales pequeños en el bosque detrás de la escuela. Hice todo lo posible para pasar por el patio de la escuela y saltar la valla tan pronto como sonó la campana para el recreo. Yo tenía mi propio patio de la escuela y un montón de pequeño amigo para jugar en el bosque. Muchas gracias por compartir esta encantadora pequeña historia querida amiga Chari {:o)
ResponderEliminarSeguro que a ti los animalitos te querían tanto como a mí los perros de mi colegio, jeje. Ellos saben quién les quiere de verdad y se acercan a compartir. Me alegra que te haya gustado mi entrada, Cindy. Un gran beso, amiga
EliminarThank you for sharing another fun story, Chari! It's odd that no one ever noticed that those dogs were waiting for their meals at exactly the same time that you were. Bullet meatballs! Jejeje! It is so amusing to go back in time with you and imagine that one meatball that did not get past the closed window. Have a pleasant Thursday evening. Kisses!
ResponderEliminarAhora me río al recordarlo, pero aquél día fue tremendo, nos pegaron una charla larguísima a todo el comedor. Pero el recuerdo que quedó fue la diversión y es lo que he querido compartir con vosotros, me alegra haberlo conseguido. Mil besos, Paula, gracias por venir
EliminarJjajaja, qué historia. Creo que todos los niños tenemos alguna sobre comida que no nos gusta y el cómo nos deshicimos de ella. Fácil saber que los perros las adoraban.
ResponderEliminarAbrazos Chary.
Yo de estas de comida tengo montones, porque no me gustaba casi nada. Y mira tu, ahora me como hasta las piedras, jajaja. Excepto las lentejas y la leche, me encanta todo tipo de comida. Y a Fibi igual, jeje.
EliminarBesos, Gildardo, gracias por tu comentario
Que chulas son tus historias del cole, ojala tuviera yo mis propias historias del cole, sinceramente las tuyas son siempre de esas que te dejan con una sonrisa de oreja a oreja, ains, sigue rememorando y recordando que da gusto leer y las cuentas tan bien. Me alegro que tengas buenos momentos para recordar, porque es una etapa tan importante de nuestra vida. un beso enorme tere.
ResponderEliminarMis historias son "siempre" divertidas porque siempre os cuento las buenas, pero anda que no tengo de las otras. Lo que pasa es que me niego a recordarlas y a darles importancia, prefiero rememorar las cosas buenas, esas que dejan buen sabor de boca. Me alegra que te haya gustado, Tere, un beso enorme y gracias por comentar todos los días.
EliminarTan malas estaban las albóndigas? Con lo que a mí me gustan.
ResponderEliminarUn beso.
Malas y duras, asquerositas. Pero aún peor eran los "filetes rusos", no se podían tragar de lo duros que estaban. Suelas de zapato rebozadas hubiera sido un nombre más apropiado, en serio. A mi las albóndigas me encantan y, además, me salen de muerte (eso dice mi sobrina) pero las del cole... ¡¡¡puaj!!!
EliminarMil besos, Rosa, gracias por pasarte
Jajajajja qué divertido y qué bien lo cuentas, Chari!! Puedo ver la escena con total claridad y me parece entrañable :P
ResponderEliminarMi madre también me ha contado en alguna ocasión sus "peripecias" de comedor y tú me has hecho recordar. Aunque ellas eran menos afortunadas y no tenían ni ventana ni perritos cómplices, había que hacer desaparecer la comida por otro métodos.
Una anécdota deliciosa, muchas gracias!!
Besitos a montones y feliz tarde de jueves :))
¡¡Qué gracia!! Al contarme eso de tu madre he recordado una anécdota que me contaba la mía, a lo mejor también la escribo y os la muestro, es muy divertida. Le preguntaré a mi tía (iban juntas al cole) para que me de detalles. ¡¡Qué bien, una idea nueva!! ¡¡Gracias!!
EliminarMe alegra que te haya gustado, Julia, mil gracias por tu precioso comentario y por la idea :) Besos
Tus historias del colegia que anecdotas mas buenas tienes y lo graciosa que eres al contarlas. Un abrazo
ResponderEliminarTengo muchas anécdotas, otras no tan divertidas, desde luego... pero os cuento "las buenas", me alegra que os parezcan graciosas. Mil besos, Mamen, gracias por tu comentario
Eliminar¡Pobres perros! Me imagino a los dos echándoos de menos durante los fines de semana y en las vacaciones. Creo que las monjas no les darían de comer a diario confiando en la Divina Providencia. Nosotras no comíamos en el cole: íbamos y volvíamos ¡Qué tiempos aquellos los del colegio! Han sido los más felices de mi vida. Quién los pillara de nuevo.
ResponderEliminarMuchos besos Chari.
Se ve que durante el invierno iban haciendo acopio de reservas de grasa, para el verano, jeje. Me encanta poder compartir estos buenos momentos. Un beso enorme, Macarena. Gracias por comentar
EliminarDefinitivamente, tus recuerdos escolares darían para un divertido libro. Se ve que la pasabas rico!! y más los perros !Claro!
ResponderEliminarLos perros lo pasaban mejor que yo, seguro, al menos a la hora de la comida que para mi era un suplicio. Qué bien que mis recuerdos os diviertan. Un beso enorme, María Eugenia, gracias por venir
Eliminarjajaja... ya veo que no soy la única que hace cosas de estas. ¡Anda que no regaba yo bien las plantas con los vasos de leche! Nadie se explicaba cómo podía ser que hicieran tantas flores, incluso, en invierno.
ResponderEliminarBesos, Chari
Uff, yo era una experta en deshacerme de la comida, desde lentejas hasta los filetes rusos... a la fuerza, nuestra comida estaba asquerosa. Me alegra comprobar que no era la única, jeje.
EliminarUn gran beso y gracias por tu comentario
Qué entrañable!
ResponderEliminary qué bonito recuerdo....
Me alegra que te haya gustado mi historia, la comparto con todo el cariño del mundo. Mil besos
EliminarQué bueno!!
ResponderEliminarCómo me he reído desde el comienzo, además me hiciste recordar mi tiempo en el colegio de monjas, aysss! aquellos días, lejanos quedaron.
Chari......q estoy recién almorzada y mira q nostalgia mantrado :( ...oh!!
Eres un amor compartiendo esa parte de tu vida q a algún@s nos haces rememorar la nuestra.
Gracias niña.
Te sonrío con el Alma.
¡¡No sabes cómo me han alegrado tus palabras!! Ver que os hago recordar, que os transmito "buen rollo" es un placer para mí. Me has emocionado, mil gracias.
EliminarUn millón de besos