Ayer estuve
hasta el mediodía en el centro, haciendo gestiones y maldiciendo la burocracia
(y la ineficiencia que lleva consigo). Cuando terminé, estaba de bastante mal
humor porque había perdido la mañana casi para nada… pero ese malestar me duró muy
poco.
Regresé a casa
en el tranvía. Cuando conseguí sentarme me puse a observar a la gente que tenía
a mi alrededor, como es mi costumbre. Cerca de donde me encontraba, había una
mujer joven que llevaba a un bebé en el carrito. Lo tenía mirando a la puerta,
porque al parecer iba a bajar en la siguiente parada. El nene observaba a su
madre estirando hacia atrás su rubia cabecita, y sonriendo con un amor
indescriptible. Luego volteaba su carita de un lado a otro y nos sonreía
también a los que le rodeábamos.
Yo también le sonreí, contenta al contemplar
este sencillo espectáculo, y no fui la única.
Levanté la
vista para estudiar detenidamente a los pasajeros de mi vagón. Casi todos permanecían
abstraídos, mirando a un lado, tecleando en sus móviles o leyendo (hasta hallé
a un hombre que subrayaba con lápiz lo que me pareció un libro de texto). Otros
se parapetaban tras sus gafas de sol (Dios sabe por que las llevarán en el
interior del vehículo) o, simplemente, mostraban el ceño fruncido (como yo dos
minutos antes), pero todos los que estábamos en el radio de acción de las
miradas del bebé y de sus sonrisas,
parecíamos estar en un vagón diferente, en uno con menos problemas
cotidianos y una mayor dosis de felicidad. Compartíamos gestos de alegría no sólo con el pequeño, sino también con el resto de los compañeros de
viaje, diciendo sin palabras: ¡Qué bonito es ser niño, cuánta ternura
proporciona una simple mirada!
Estar en ese
“radio de acción” convirtió una mañana bastante desastrosa en algo agradable e
hizo que llegara a casa de muy buen humor.
Fotografía tomada de la red. La eliminaré del blog si el autor lo solicita. |
Ayyyy que tendrán ellos que nos hacen felices con solo una mirada. La verdad es que a mí me vuelven loca. No puedo ver un bebé y no cogerlo. Me encantan.
ResponderEliminarEntiendo que te alegrara el día, ellos hacen qu la vida se pinte de colores.
Un besillo.
Creo que nos arregló la mañana a muchos, si vieras cómo le sonreíamos todos... es verdad que con una simple mirada, consiguen que salga el sol en lo que era un día nublado.
EliminarMil besos, María
A mí también me suele ocurrir cuando estoy enfadada y mi peque me sonríe. ¡El capullín me desarma!
ResponderEliminarEn cuanto a las gafas de sol te diré que a veces es inevitable llevarlas en sitios cerrados. Al menos los que tenemos alergia y se nos ponen los ojos irritados y nos lloran todo el tiempo. Y eso que yo no soy mucho de llevar gafas, pero hoy fíjate, he bajado a la calle y ya me he puesto a llorar...
Un besico.
Sí, ese es uno de los súper poderes de los niños, y cómo saben manejarnos. A mi me pasaba igual con mis sobrinas, conseguían todo de mí con una sonrisa.
EliminarUn beso enorme, Sue
Ayyyyy que bonito Chari!!!!!!! Es que los niños llenan todo de luz. Cuando tengo un mal día mis hijos lo vuelven bueno, y eso que son mayores, así que no te digo nada cuando eran bebés y me sonreían con esas caras tan preciosas.
ResponderEliminarBesos y me ha encantado el post y me mata la envidia.¡¡¡Tranvía!!!!! Me chifla, cuando voy a sitios donde lo tienen subo aunque sea para ir a la calle de al lado.
La sonrisa de un niño se lleva las sombras, lo llena todo de vida. A mí me pasaba lo que a ti con tus hijos con mis sobrinitas. Y qué lindos son de bebés, para comérselos.
EliminarA mi el tranvía no me llama la atención pues es el medio de transporte que más uso, y porque parte del recorrido es subterráneo, pero reconozco que la parte de la costa (las dos paradas antes de llegar a casa) es "exterior" y es una auténtica gozada.
Me alegra que te haya gustado el post. Mil besos, Gema
HERMOSO Y REFRESCANTE relato escrito con mucha elegancia.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Jordi, me alegra que te haya gustado. Un beso enorme
EliminarLa verdad es que tienes razón cuando vas en un vagón de tren y observas la gente parece astraidas en sus quehaceres y solo este bebé era la alegría del vagón. Para muchos pasó inadvertido seguro. Muy buena observadora Chari . Envíame tu dirección que hoy voy a correos. Un abrazo
ResponderEliminarPasó inadvertido para casi todos, excepto los que estábamos cerca y lo rodeábamos. Fue gracioso porque todos sonreíamos. El bebé nos alegró la mañana.
EliminarMil besos, Mamen
Como se suele decir, en todas las casas debiera haber un niño. En la de mi hermano ahora hay dos iguales y no veas tú el tiempo que les queda para 'penas', y yo cuando las tengo, allá que voy a que me las quiten ;-)
ResponderEliminarMe ha encantado cómo lo has contado, Chari, ¡besos!
¡¡Qué bien, dos bebés juntitos!! Es verdad que te quitan todas las penas, yo echo de menos cuando mis sobrinas eran chiquititas, era una gozada cuando las tenía en casa a las tres.
EliminarMe alegra que te haya gustado, Chelo. Mil besos
Qué entrañable Chari!!! A mí me encanta esa relación adulto-infantil. El otro día tuve una conversación de lo más interesante con un hombrecillo de unos 5 años, jejeje.
ResponderEliminarBesitos
¡¡Cinco añitos!! ¡Qué edad más chula! Me encantan los niños habladores, y también los traviesos, no lo puedo remediar. Son mi debilidad.
EliminarUn beso enorme, amiga
Si que lo siento, pero bueno al menos y afortunadamente veo que el peque te hizo que tu buen humor renaciera y pudieras quitarte el mal humor y si es que la sonrisa y miradas de un niño valen mucho te lo dice una por experiencia, es lo mejor verlos sonreir. y paciencia que yo también el otro día< me puse de mal humor con la administración, si es que no puede ser. un beso enorme. TERE.
ResponderEliminarSí, menuda tabarra. Y lo peor es que no pude solucionar casi nada, así que me toca volver a finales de semana o la que viene... al menos llegué a casa de buen humor, gracias al bebé.
EliminarMil besos, Tere
Una sonrisa es como la luz del sol que sale de las nubes de tormenta, ya sea un niño pequeño, un bebé o la persona Streat sentado en un banco del parque. Una sonrisa es el elixir para curar ciertas enfermedades. que gracias querido amigo por compartir esta hermosa historia {:o)
ResponderEliminarEs cierto, la sonrisa siempre anima, pero la de los bebés tiene algo especial, se contagia más que ninguna. Tendrías que haber visto cómo sonreíamos todos los que estábamos cerca del cochecito... una delicia.
EliminarUn beso enorme, Cindy
I love your story, Chari. Children are precious to almost all of us that their smiles give us our own smiles in return. Before I retired I rode two trains to and from work every day, one at 06:10 and the other at 17:30. At first I studied the people and the scenery but after a time I saw the same scenery and the same faces, sleepy on the way into work and tired on the way home. I became very good at sleeping on the train coming into town, so good that I slept while it turned around and went in the opposite direction with me on it! Have a wonderful Tuesday afternoon and evening! Kisses!
ResponderEliminarCreo que nadie se queda indiferente ante la sonrisa de un bebé, te conmueve de una forma especial, y por eso resulta casi imposible no devolverla. Yo también observo a gente dormida en el tren, o cansada... pero me imagino sus vidas, a dónde se dirigen, en qué trabajan... es un ejercicio que hago desde siempre, y que me ayuda a mantener en marcha mi imaginación.
EliminarMe alegra que te haya gustado, Paula, mil besos.
Muy refrescante relato, porque ante la mansedumbre y el tedio cotidiano de algunos momentos de nuestras vidas, aparece La Vida, con mayúsculas, sonriéndonos en el rostro de un inocente niño. Felicidades.
ResponderEliminarUn bebé es un soplo de vida, y si sonríe... los males desaparecen ¿verdad? No hay nada tan tierno y que aligere el alma más deprisa.
EliminarMil besos, José Luis, gracias por pasar y por tu amable comentario.
Esas son las pequeñas bellas cosas que tiene la vida, y en un momento como el que has vivido, nos devuelven la sonrisa y nos quitan el enfado.
ResponderEliminarHa sido un muy bello relato Chari.
Abrazos.
Me alegra que te haya gustado el relato, Gildardo, es verdad que un simple momento, nada trascendente, fue el que marcó la diferencia y convirtió mi mal humor en sonrisas. Un beso enorme, amigo
Eliminarla sencillez de lo cotidiano es lo que magnifica los días turbios. La limpia mirada de un niño o su franca sonrisa desarman y restan de argumentos para estar tristes. Lástima que dure tan poco la inocencia y nosotros no mantengamos ese espíritu prístino.
ResponderEliminarBesos.
Uy, sí que desarman, no era yo sola la que sonreía... no creo que ninguno se hubiera podido resistir a tanta ternura. Y sí que es una pena que no dure más la inocencia, pero así es la vida. Nos tendremos que conformar con disfrutar la que encontremos a nuestro paso, en los vagones del tranvía :)
EliminarMil besos, Francisco
Muy bonito Chari, es cierto que los rostros de los niños con su sonrisa franca y sincera te alegran el día. Escuché una vez que los bebés, los niños pequeños, su fisonomía, sus expresiones...nos provocan ternura como una respuesta adaptativa para quererlos. No sé si es cierto, ¿pero quién se resiste a la carita de un niño con una sonrisa enorme?
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un beso.
Yo también lo he leído, no sé si será verdad. También los cachorritos provocan ternura... son cosas imposibles de resistir. Y, en este caso, la sonrisa era luminosa... se contagió a todos los que la vieron.
EliminarEn beso enorme, Conxita
Precioso, Chari.
ResponderEliminarTengo una teoría. Hay sólo tres cosas en el mundo que nunca te cansarías de mirar: el fuego, el mar y un bebé en su cuna. Esos radios de influencia son magnéticos.
Un beso, guapísima
Coincido plenamente contigo, y me permito añadir dos cosas más: a Fibi (como no) y a los gorriones que vienen a mi terraza, no me canso de mirarlos y hasta en los días más tristes (cuando mi madre estaba ya muy enferma) lograron traerme algo de alegría.
EliminarUn beso enorme, Elisenda
Hola Chari!
ResponderEliminarPues claro que se te debió arreglar la mañana. No hay nada más bonito que la sonrisa de un bebé. Creo que es tema es que los demás estaban abstraídos, si no seguro que les hubiera ido mejor el resto del día.
Un beso
De verdad que me la arregló, iba con el ceño fruncido y malas pulgas y de repente me encontré sonriendo al nene y a mis vecinos de butaca en el tranvía, fue bonito y llegué a casa muy relajada.
EliminarUn beso enorme, Macarena
¿Quién puede evitar sonreír ante una sonrisa de un niño? La ternura al igual que la risa, es contagiosa, solo hay que ser receptivo. Vivimos demasiado aislados de lo que os rodea. Si levantáramos más a cabeza descubriríamos la belleza que nos rodea.
ResponderEliminarUna hermosa experiencia la tuya.
Un abrazo.
Es verdad, vivimos tan pendientes de nosotros mismos que se nos olvida mirar alrededor y nos perdemos experiencias tan sencillas y bonitas como la que viví yo. Me alegra haber podido trasmitírosla.
EliminarMil besos, Josep
Bonita entrada, aunque no me gustan mucho los bebés, reconozco que hay dos cosas que me encantan de ellos el olor y cuando sonríen por que automáticamente yo lo hago a su vez. Un besazo.
ResponderEliminarUy, sí, el olor de los bebés es una delicia. Y tan indescriptible... sobre todo la cabecita, es un aroma especial que te estremece el corazón. Y cuando sonríen... qué bonito lo pintan todo con ese simple gesto.
EliminarUn beso enorme, Mariola
son lo mas puro del mundo. me emocionaste hasta las lagrimas. que maravillosa mujer y persona eres! gracias por percibir lo bello y pequeño de la vida y compartirlo. aunque la vida nunca es algo pequeño. quiero decir los pequeños detalles que nos alejan de convertirnos en automatas que ni siquiera nos saludamos mucho menos nos sonreimos. gracias.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras, me alegra haber podido transmitirte sensaciones tan bonitas. Tienes razón cuando dices que a veces ni nos paramos a saludar, a veces un pequeño gesto marca la diferencia entre un día malo y uno delicioso.
EliminarMil besos, Buho
Solo leer tu entrada trae esa risa contagiosa de un bebé. Tengo con frecuencia a mis nietos junto a mí y aunque a ratos debo suspender lo que hago, disfruto cada gesto, cada pregunta... vuelvo a ser niña. Besos.
ResponderEliminarTe contagian su alegría, la energía y la vida... a mi madre le pasaba eso con sus nietas, se sentía viva y llena de motivación, y la adoraban porque les hizo feliz su infancia.
EliminarUn beso enorme, María Eugenia
Ciertamente es una gran suerte vivir este tipo de experiencias tan satisfactorias y que nos contagian felicidad. Comprendo, Chari, que ese día tan gris en tu vida con esa mala experiencia burocrática, dio un giro completo nada más fijarte en esa sonrisa del bebé. A mi también me ocurre cuando los veo moviendo sus manitas y mirándote como si quisieran explicarte sus descubrimientos o tantos gestos graciosos que saben hacer para llamar la atención.
ResponderEliminarMuchos besitos
Si que fue una experiencia bonita, de hecho ha pasado casi un mes y aún la recuerdo, el otro día lo comentaba con mi hermana... son cosas pequeñas pero que nos llenan de alegría.
EliminarUn beso enorme, Estrella