miércoles, 30 de septiembre de 2015

Recuerdos

 
He estado escaneando y mandando  unas antiguas fotos familiares a mis primos y sobrinos. Cuando seleccionaba a quién enviarlas en la lista de contactos de Yahoo he visto la dirección de e-mail de mi madre. Tiene todavía abierta la cuenta de Facebook que yo le creé, en cuya foto de perfil aparece la de un gatito que escogimos juntas y que le encantaba. Cada vez que aparece en pantalla me pongo muy triste porque la echo muchísimo de menos, pero me niego a eliminarla, tengo la impresión de que si lo hago sería como borrar parte de ella y no quiero hacerlo de ninguna de las maneras, por muy irracional que parezca.
Me he puesto a pensar en ella y en mi padre. En lo rápido que pasan los años y en cómo se borran algunos recuerdos. Sin embargo, otros permanecen como si hubiesen sido marcados a fuego. Yo recuerdo los últimos años que pasamos en el chalet. Mi madre, él y yo compartimos muy buenos momentos juntos, instantes que espero recordar siempre.
Me acuerdo de que hacíamos churros los domingos por la mañana, sin excepción. Mamá se comía unos cuantos, pero entre mi padre y yo acabábamos con dos bandejas. ¡Que ricos estaban! Nos los tomábamos con nuestra bebida favorita en unos tazones de desayuno que compré para los tres, cada uno en un color: el de mi padre era azul, y lo tomaba lleno de café con poca leche; el de mi madre, amarillo, era casi al revés, leche manchada.  Y yo… pues me tomaba mi Coca-cola light, claro, o un zumo de naranja. Eran momentos nada trascendentes pero  intensos. Intensos porque yo me sentía muy feliz y sé que mis padres también.
Recuerdo también cuando nos sentábamos ha hacer el pedido de Bofrost. Mi madre era la más sensata y pedía comida “práctica” (y más o menos sana) pero papá y yo nos dejábamos llevar por el capricho y encargábamos montones de polos y helados que luego guardábamos en la cuba del garaje y nos zampábamos sin tregua. Y cuando compartíamos una Coca-cola pasaba como en el cuento de los tres ositos, aunque con los roles cambiados: el padre se tomaba el vaso grande, la hija el vaso mediano y la madre el pequeñín (a mamá no le hacía demasiada gracia la cola).
También nos poníamos ante el ordenador para buscar cositas con las que entretener a “las nenas”, como llamaba mi padre a sus nietecitas, desde dibujos animados hasta las canciones que ellas tarareaban.
Fueron momentos, como he dicho antes, nada trascendentes pero geniales, que espero no olvidar jamás por mucho tiempo que pase. Y espero, de alguna manera, haber devuelto a mis padres en ese tiempo (y después) algo del amor que recibí de ellos durante toda mi vida.

 
 
Imágenes tomadas de la red. Si el autor lo solicita, procederé a retirarlas del blog.

2 comentarios:

  1. jo me has emocionado. Deseo de corazón que esos instantes vividos permanezcan siempre en tu corazón. A tú padre no lo llegue a conocer, pero cuando me has hablado de él en infinidad de ocasiones me a recordado siempre a mi abuelo, eran muy similares en gustos y aficiones, y a tu madre que te voy a decir, Tengo muy buenos recuerdos y un gran cariño que perdurara siempre. besos y gracias por compartir grandes recuerdos y emocionarme. tere

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    1. Mi madre te quería también un montón. Me alegro de que te haya gustado

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