Hola a todos.
Este es un relato que escribí hace unos años y que quería compartir con vosotros, es mi pequeño homenaje (un homenaje algo particular) al género negro, tanto literario como cinematográfico. Espero que os guste.
Fundido en negro
Rasco una cerilla en mi barba de dos días y prendo un
cigarrillo. Es el último del segundo paquete en lo que llevo de jornada. Estoy
intentando dejarlo, sin éxito. La nicotina y el vodka son mis dos únicos
amores. El matrimonio y el trabajo no cuentan, son para mí una misma cosa:
rutina.
He seguido a esta
condenada mujer toda la mañana. No ha hecho nada fuera de lo común. Ha ido
temprano a la galería de arte que dirige y que su esposo subvenciona con
generosidad; más tarde, ella y sus amigas se han reunido para comer y luego
dejar temblando las respectivas Visa Oro de sus maridos en exclusivas boutiques de moda. Hasta ese
momento todo ha transcurrido como de costumbre, nada que confirme las sospechas
del Sr. X: su esposa le es puñeteramente fiel, o eso parece.
De pronto, algo
que se sale de la rutina: no vuelve a la galería, se marcha sola al cine. La
sigo, manteniendo las distancias. Confío en que éste sea el paso en falso que
tanto he estado esperando, que el lugar sombrío y apartado al que me va guiando
sea el punto de reunión entre los supuestos amantes.
Me fijo en la
cartelera. Cine de autor, puta suerte, ni siquiera voy a poder distraerme
mientras aguardo. Bueno, mejor así, no me conviene despistarme. Doy una última
calada, apago la colilla en la suela del zapato y me dirijo a la taquilla. —Una
para... —mascullo algo ininteligible. Ponen los títulos en unos idiomas que
nadie conoce, pero la chica parece acostumbrada y me entrega el ticket sin
dudar.
Me cuelo en la
sala 7. Están pasando los consabidos “tráiler”. Penumbra. Distingo a duras
penas a la Sra. X, que sigue sola, repantigada en la butaca. Me sitúo varias
filas detrás de ella y acecho.
La película
comienza. Blanco y negro, lo que faltaba. Me dispongo a soportar un buen tostón,
una de esas tramas sin pies ni cabeza con mucho fundido en negro y poca acción.
Reprimo un bostezo. Mis manos revolotean nerviosas en busca de un cigarrillo.
He de recordar que no puedo encenderme uno. No aquí, no ahora. Tendré tiempo
para eso luego.
La espera es
insoportable, tanto como el argumento del film. Se me cierran los ojos por el
aburrimiento.
Debo haberme
quedado algo transpuesto en algún momento porque miro en dirección al objeto de
mi vigilancia y descubro que no está sola. No consigo
ver demasiado, la oscuridad nos rodea, pero puedo distinguir que es alguien más alto que ella y que lleva el cabello recogido en una larga
coleta. Probablemente será uno de esos “hippies” a los que tan generosamente patrocina
con el dinero del cornudo de su marido. Y la está besando en los labios. No me
hace falta ver sus rostros para notar la pasión que despiden. Se mantienen así,
entrelazados, haciéndose caricias. Falta poco para que acabe la proyección.
Abandono la butaca
y salgo del cine. Me aposto en una esquina, tras una farola, tratando de pasar
inadvertido. Saco con disimulo la pequeña pero potente cámara que oculto en el
bolsillo de la gabardina, junto al tabaco. Sólo necesito un par de instantáneas
y podré ponerme a investigar sobre el sujeto que acompaña tan gentilmente a la
señora X a las sesiones de tarde. Y de alcoba, imagino.
Un buen trabajo,
me digo. Pienso celebrarlo al volver a casa: cigarro puro, un trago largo de
vodka en un vaso helado y fiestecita privada con Laura. Tengo bastante
abandonada a mi mujer, pero esta noche nos daremos un homenaje. Pienso pasarle
al Sr. X una buena factura con mis emolumentos. Sí, voy a celebrarlo por todo
lo alto.
Ahí están. Salen
del brazo, alegres. Me apoyo en la farola para sacar la foto que pagará muchas
deudas y me proporcionará algunos billetes extra con los que sufragar mis
pequeños vicios. Encuadro. Voy a disparar. No puedo, la sangre se me hiela en
las venas. Están haciéndose arrumacos ante mis ojos, la Sra. X y su amante...
mi mujer.
Fundido en negro.