jueves, 21 de junio de 2018

Vida y añoranza. Soneto



Hola a todos. 
Tarde, y de cabeza, como últimamente, me asomo a este mundo paralelo para desearos un día estupendo. Tengo un montón de comentarios pendientes que contestar y muchos post que leer, pero no quería dejar pasar otro día sin traeros mi pequeña aportación. Espero que os guste. 




Vida y añoranza (SONETO)

Vivo, sustentada en la esperanza
de asomarme un día a tus ojos, cual espejo,
hallando tu reflejo en mi reflejo
y tu sombra en la sombra de mi alma.

Vivo, alimentada por el sueño
de llegar a hacer nido en tus brazos,
deleitándome en el roce de tus labios,
mostrándote un corazón del que eres dueño.

Río, sueño, espero y, ay, te añoro:
cada vez que tu recuerdo me domina
y no te encuentro, muero un poco.

Sueño, espero, lloro y también río:
cada vez que me domina tu presencia,
al recobrar tu recuerdo, mi amor, vivo.


                                                                                                         

miércoles, 13 de junio de 2018

Fundido en negro


 Hola a todos. 
Este es un relato que escribí hace unos años y que quería compartir con vosotros, es mi pequeño homenaje (un homenaje algo particular) al género negro, tanto literario como cinematográfico. Espero que os guste. 

Fundido en negro 

       Rasco una cerilla en mi barba de dos días y prendo un cigarrillo. Es el último del segundo paquete en lo que llevo de jornada. Estoy intentando dejarlo, sin éxito. La nicotina y el vodka son mis dos únicos amores. El matrimonio y el trabajo no cuentan, son para mí una misma cosa: rutina.
       He seguido a esta condenada mujer toda la mañana. No ha hecho nada fuera de lo común. Ha ido temprano a la galería de arte que dirige y que su esposo subvenciona con generosidad; más tarde, ella y sus amigas se han reunido para comer y luego dejar temblando las respectivas Visa Oro de sus maridos en  exclusivas boutiques de moda. Hasta ese momento todo ha transcurrido como de costumbre, nada que confirme las sospechas del Sr. X: su esposa le es puñeteramente fiel, o eso parece.
       De pronto, algo que se sale de la rutina: no vuelve a la galería, se marcha sola al cine. La sigo, manteniendo las distancias. Confío en que éste sea el paso en falso que tanto he estado esperando, que el lugar sombrío y apartado al que me va guiando sea el punto de reunión entre los supuestos amantes.
       Me fijo en la cartelera. Cine de autor, puta suerte, ni siquiera voy a poder distraerme mientras aguardo. Bueno, mejor así, no me conviene despistarme. Doy una última calada, apago la colilla en la suela del zapato y me dirijo a la taquilla. —Una para... —mascullo algo ininteligible. Ponen los títulos en unos idiomas que nadie conoce, pero la chica parece acostumbrada y me entrega el ticket sin dudar.
       Me cuelo en la sala 7. Están pasando los consabidos “tráiler”. Penumbra. Distingo a duras penas a la Sra. X, que sigue sola, repantigada en la butaca. Me sitúo varias filas detrás de ella y acecho.
       La película comienza. Blanco y negro, lo que faltaba. Me dispongo a soportar un buen tostón, una de esas tramas sin pies ni cabeza con mucho fundido en negro y poca acción. Reprimo un bostezo. Mis manos revolotean nerviosas en busca de un cigarrillo. He de recordar que no puedo encenderme uno. No aquí, no ahora. Tendré tiempo para eso luego.
       La espera es insoportable, tanto como el argumento del film. Se me cierran los ojos por el aburrimiento.
       Debo haberme quedado algo transpuesto en algún momento porque miro en dirección al objeto de mi vigilancia y descubro que no está sola. No consigo ver demasiado, la oscuridad nos rodea, pero puedo distinguir que es alguien más alto que ella y que lleva el cabello recogido en una larga coleta. Probablemente será uno de esos “hippies” a los que tan generosamente patrocina con el dinero del cornudo de su marido. Y la está besando en los labios. No me hace falta ver sus rostros para notar la pasión que despiden. Se mantienen así, entrelazados, haciéndose caricias. Falta poco para que acabe la proyección.
       Abandono la butaca y salgo del cine. Me aposto en una esquina, tras una farola, tratando de pasar inadvertido. Saco con disimulo la pequeña pero potente cámara que oculto en el bolsillo de la gabardina, junto al tabaco. Sólo necesito un par de instantáneas y podré ponerme a investigar sobre el sujeto que acompaña tan gentilmente a la señora X a las sesiones de tarde. Y de alcoba, imagino.
       Un buen trabajo, me digo. Pienso celebrarlo al volver a casa: cigarro puro, un trago largo de vodka en un vaso helado y fiestecita privada con Laura. Tengo bastante abandonada a mi mujer, pero esta noche nos daremos un homenaje. Pienso pasarle al Sr. X una buena factura con mis emolumentos. Sí, voy a celebrarlo por todo lo alto.

       Ahí están. Salen del brazo, alegres. Me apoyo en la farola para sacar la foto que pagará muchas deudas y me proporcionará algunos billetes extra con los que sufragar mis pequeños vicios. Encuadro. Voy a disparar. No puedo, la sangre se me hiela en las venas. Están haciéndose arrumacos ante mis ojos, la Sra. X y su amante... mi mujer.
Fundido en negro.