Mientras
navegaba por la red buscando imágenes de corazones para uno de mis relatos, me
encontré por casualidad con una frase que me llamó poderosamente la atención:
_Pero… ¿¿dé qué va eso?? _ Y al decirme estas palabras la voz chillona del asombro rebotó contra las paredes de mi caja craneal.
Curiosa que es
una, me puse a investigar para ver a quién se le había ocurrido decir lo que
consideraba una aberración. Tras leer varios artículos muy bien documentados,
me di cuenta de que la afirmación que da título a mi post de hoy no es tan absurda como parecía. (Me atrevo a
decir ese “tan” porque tengo motivos personales para hacerlo. Y porque quiero,
que para eso es mi blog).
El
Tylenol (marca registrada) no es otra cosa que paracetamol. Se trata por tanto de un fármaco que tiene ligeras propiedades
analgésicas, por lo que alivia el dolor moderado, y antipiréticas (hasta ahí puedo llegar, no me apetecía ponerme a leer prospectos así que me quedé con eso y poco más).
Un estudio
realizado en 2010 por un grupo de neurocientíficos de la Universidad de
California afirma que este medicamento podría curar el dolor físico que causa
el desamor.
Según
este tratado, cuando una relación se rompe, nos falta la “dosis” de dopamina a
la que nuestro cerebro nos tenía acostumbrados y actuamos como adictos en fase
de abstinencia. El dolor emocional que nos produce el rechazo se manifiesta en
la misma zona del cerebro que el dolor físico y, por tanto, es susceptible de
“curarse” (o “tratarse”, diría yo) con un analgésico.
La mayoría de
autores y autoras de los artículos que curioseé coinciden en que, por suerte,
con o sin paracetamol el dolor de corazón no dura para siempre y que las
rupturas pueden suponer una liberación, una manera de empezar de nuevo, de
reinventarse.
Me pregunto
hasta qué punto es cierto esto y si no será que “el que no se consuela es
porque no quiere”.
Es cierto que
el dolor de corazón no dura siempre, o al menos la intensidad de ese
sufrimiento va atenuándose con el tiempo hasta que casi (recalco el “casi”)
desaparece. No concibo una vida sintiendo de continuo un sufrimiento así, y yo
se de molestias físicas.
Ese dolor, el
que vives cuando una relación especial acaba… ese te desarma, te anula, te bloquea y te impide
ver más allá de las lágrimas. Y, al menos según mi experiencia, no puede
soportarse ni con Tylenol ni con otras
medicaciones.
Quizá sea cosa
mía, mi padre solía decirme que era demasiado apasionada y tenía razón, aunque
he cambiado mucho en los últimos años. Quizá la experiencia que me devastó el alma
me ha dejado una huella tan profunda que me impide creer totalmente en
este descubrimiento científico..
Es cierto que
salí del bucle sin ayuda de pastillas y que acabé por “recomponerme”
(reinventarme no me parece la palabra más adecuada). Entonces ¿es bueno o malo
tomar un medicamento para aliviar el dolor que produce una ruptura o es mejor
dejar que el sufrimiento nos haga evolucionar como personas?
Qué queréis que os
diga, a toro pasado pinta muy bonito eso de “crecer como seres humanos,
perdonar, olvidar y madurar”… pero os aseguro que por aquél entonces hubiera dado un
riñón por una pastillita mágica que me ayudara a borrar el sufrimiento (y conociéndome
como me conozco, sé que hubiera acabado haciéndome adicta a ella).
Un último
pensamiento antes de dejaros tranquilos por hoy: creo que la frase “El Tylenol cura el desamor” no debería
decirse tan a la ligera, no sea que en lugar de potenciar la “adicción al amor”
lo que se logren sean yonkis de paracetamol y, en vez de tener el corazón
partido lo que acabe "roto" sea nuestro hígado.
Imágenes de la red. Las
retiraré del blog si el autor lo solicita.